50 días de huelga de hambre y ni un atisbo de humanidad para Haddi y su madre.

Por Cristina Martínez Benitez de Lugo.- Contramutis 

Madrid (ECS). La madre de Mohamed Lamin Haddi lleva 4 días ante la cárcel de Tiflit 2 esperando para ver a su hijo que ha cumplido 50 días en huelga de hambre. Ha recorrido 1.300 km desde El Aaiún –Sahara Occidental ocupado- hasta Tiflit –Marruecos-, cerca de Rabat.

No le dejan verle ni le dan noticia. Desde el sábado 27 de febrero está en Tiflit, una cárcel de Marruecos famosa por sus atrocidades. Menina, la madre del periodista Haddi, fue a la cárcel el lunes. La hicieron pasar, esperar, para luego decir que no era posible la visita. El martes, tampoco. Ella ya no sabe si su hijo está vivo. “Si todavía está vivo, deberían permitirnos visitarlo; y si está muerto, deberían darnos sus restos”.

Menina se ha estado moviendo. Se ha presentado en la Dirección de la Administración Penitenciaria. Y se ha reunido con la AMDH, la Asociación Marroquí de Derechos Humanos. No hay nada todavía. Lo seguirá intentando.

Surgen iniciativas por la suerte de Haddi. La Asociación Saharaui de la Comunidad de Madrid y el Colectivo ESPISAHARA han iniciado una recogida de firmas en la plataforma change.org, pidiendo la intervención de Amnistía Internacional, el Gobierno de España y el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. El domingo hubo manifestación ante la Embajada de Marruecos, en Madrid. El Movimiento por los presos políticos saharauis mantiene una presencia diaria ante el Ministerio de Exteriores, testimonio de la responsabilidad española. Multitud de asociaciones y parlamentarios han secundado el llamamiento de CODESA -Colectivo de defensores saharauis de derechos humanos en el Sahara Occidental- pidiendo a la Cruz Roja Internacional que actúe. El Observatorio para la Protección de los Defensores de Derechos Humanos, programa conjunto de la Organización Mundial Contra la Tortura (OMCT) y de la FIDH, pide su liberación, una investigación y firmas. La izquierda del Parlamento Europeo ha hecho una pregunta a la Comisión preocupándose por la violencia en los territorios ocupados y pidiendo que una delegación visite a Haddi. La Delegación Saharaui para España hace un llamamiento para salvar la vida de Haddi. Pide la intervención de la Cruz Roja Internacional y subraya el deber jurídico y moral que tiene España de cumplir con la legalidad internacional.

Ya, en 2017, el Grupo de Trabajo sobre detenciones arbitrarias y varios relatores especiales sobre derechos humanos, tortura, libertad de expresión, entre otros, describían las torturas y las violaciones al derecho a un juicio justo de los condenados de Gdeim Izik, grupo al que pertenece Haddi; y añadían que estas violaciones eran debidas al ejercicio por los saharauis de la libertad de expresión y de opinión. Ahí quedó todo. Un reconocimiento tan explícito no tuvo consecuencias.

Mohamed Lamin fue condenado en el juicio farsa de Gdeim Izik a 25 años, de los que ha cumplido 10. Empezó la huelga por las condiciones de la cárcel, que eran insoportables, “mejor la muerte que seguir así”. Su situación en la cárcel es desesperada. Exige, él y los demás presos saharauis, la libertad incondicional por ser un preso de conciencia, o, al menos, traslado a una cárcel de su territorio como indica el derecho internacional humanitario, el fin del aislamiento –en su caso de tres años y medio- desde que le trasladaron de la cárcel de El Arjat a la de Tiflit 2 con motivo de la dispersión forzosa del grupo de Gdeim Izik; pide el cese de la desatención médica intencionada, de los abusos de los carceleros que le acosan con humillaciones, con razzias en la celda sin medidas de seguridad contra el COVID, con requisa de sus pertenencias; quiere que le dejen estudiar; quiere higiene, comida decente; quiere no estar permanentemente a oscuras; quiere comunicación telefónica y física con la familia. Lleva un año sin que le permitan recibir visitas.

Los carceleros le faltan el respeto en momentos tan duros y llegan a preguntarle si todavía no se ha muerto. Una sanitaria no le visitó para hacer un seguimiento de su huelga -Haddi nunca ha sido objeto de control médico por su huelga- sino para amenazarle con meterle en un zulo. El director de la prisión le amenazó de muerte si no dejaba la huelga.

Marruecos lleva la represión política hasta sus últimas consecuencias. No ceder un ápice ante unas reivindicaciones justas y no permitir que una madre consiga ver a su hijo tan grave.

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