Marrueco usa la represión desproporcionada como instrumento para intimidar y crear consenso por la fuerza de la violencia.





Desde el 13 de Noviembre, fecha reanudación de la guerra, la escalada militar es análoga a la escalada represiva que las fuerzas del régimen marroquí ejercen con el objetivo de eliminar física e ideológicamente a cualquier ciudadano saharaui que se exprese por sus derechos. El régimen marroquí usa la represión desproporcionada como instrumento para intimidar y crear consenso por la fuerza de la violencia, infligiendo para ello: palizas, persecuciones, detenciones, juicios arbitrarios, asaltos domiciliarios, cortes deliberados de electricidad y telefonía. 

El cerco en los territorios ocupados es extraordinariamente intenso, la red represiva es implacable y alcanza a todos los sectores, áreas y ámbitos de la sociedad civil saharaui residente en las ciudades de El Aaiún, Smara, Dajla y Bojador. Sometidos ya no solo a violencia e intimidación, sino a la discriminación laboral, escolar y profesional. Una segregación que tiene como criterio el pensamiento político de cada individuo. 

En solo 4 meses de guerra, el arresto domiciliario impuesto se extiende a una treintena de casas, la mayoría en El Aaiún ocupado, en cambio la violencia física se ceba con los saharauis de Bojador, ha habido más de 40 agresiones documentadas. Es notable un drástico incremento de la represión a partir de Enero, y que se acentúa en Febrero con crímenes y actos violentos más cruentos. El régimen marroquí dirige su violencia principalmente contra el activismo, los militantes saharauis y activistas pro derechos humanos en las zonas ocupadas, especialmente las mujeres y niños menores, se han convertido en el blanco de las fuerzas de represión marroquíes, que les persiguen únicamente por razones políticas, con consecuencias horrorosas.

Pese a todo ello, ni Cruz Roja Internacional ni el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas han intervenido en el territorio a pesar de denunciar en sus informes la represión marroquí y tener constancia detallada de las violaciones que tienen lugar, reduciendo su actitud a mera diplomacia declaratoria.

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