La joya submarina, Monte Tropic, el eslabón perdido en la crisis diplomática entre Marruecos y España.

Salem Mohamed.

ECS. Madrid. | Desde hace 19 años, el control de las aguas estaba cambiando las relaciones hispano-marroquíes, desde la crisis de la isla de Perejil hasta los recientes flujos migratorios marroquíes en la frontera de Ceuta, las relaciones de los dos países se han ido incendiando. 

Sería reduccionista decir que lo que hemos visto en los últimos meses en la frontera norte de Marruecos con Ceuta y la crisis diplomática entre Rabat y Madrid se debe a la recepción por parte de España de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, que lucha por liberar de la ocupación marroquí la última colonia de África, el Sáhara Occidental.

La recepción por parte de España del presidente de la República Saharaui no es más que un ''clavo'' en una serie de desavenencias entre los dos países que comenzaron a finales de enero del 2020, cuando el Parlamento marroquí votó y aprobó los proyectos de ley 37.17 y 38.17 para determinar por primera vez la frontera marítima con España y Mauritania, incluidas las aguas adyacentes al Sáhara Occidental, que España consideró una interferencia con las aguas de las Islas Canarias.

Esta tensa disputa llevada en secreto por las aguas territoriales ha sido obviada deliberada o inadvertidamente de los análisis, se trata del Monte Tropic, un antiguo volcán marino ubicado a aproximadamente 250 millas al suroeste de las Islas Canarias, al oeste del Sáhara Occidental, que nace del fondo del Océano Atlántico a más de 4.000 metros de profundidad y hasta 1.100 metros de la superficie y alberga una de las mayores reservas de Telurio, además ser considerado reserva estratégica por la Unión Europea. Lo que ha despertado de nuevo, como pasó con Hassán II en 1975 con el Sáhara Occidental, la codicia y el apetito expansionista marroquí que no duda en violar el derecho internacional. 

Después de que Marruecos ratificara las leyes de sus aguas territoriales, el gobierno canario mostró su rechazo y se colocó en primera línea de enfrentamiento en las relaciones entre Rabat y Madrid, que se mantenían excelentes por entonces, especialmente después de la visita del Rey de España y su recepción por la monarquía alauita en Marruecos, donde incluso firmaron acuerdos. 

Para Marruecos, Canarias supone un escollo para la demarcación de sus fronteras marítimas; incluso más que Madrid ya que el gobierno central no ha defendido con firmeza la posición de su gobierno autonómico, aunque está en línea con sus exigencias y denuncias. 

A pesar de la presión marroquí sobre España, ejercida en dos ámbitos; económicamente en el norte bloqueando a Ceuta y Melilla, y políticamente inundando las islas del sur de migrantes, acompañado de una retórica diplomática desafiante que usó la acogida de Brahim Ghali como ''chivo expiatorio'' para canalizar su enfado. No obstante las relaciones bilaterales aún no han llegado a su límite y están muy lejos de un escenario de ruptura total. Incluso si hipotéticamente se da el caso, hay que recordar que la mayoría de las relaciones económicas se rigen por el derecho privado, esto es: los acuerdos los firman empresas privadas y no estatales. Argelia por ejemplo apenas ha cortado relaciones con Marruecos pero las empresas de ambos países siguen trabajando. En todo caso tendría impacto a largo plazo si se aprueban leyes comerciales restrictivas como hizo Argelia recientemente por considerarlas hostiles.

Por el contrario, las relaciones entre las dos partes siguen siendo algo parecidas a un tira y afloja constante que Marruecos estira a su antojo. España rechazó el reconocimiento de Trump porque, además de violar la legalidad internacional, supone carta blanca a Marruecos para hacerse con el Monte Tropic. Lo mismo sucede con Mauritania, pues Marruecos aún tiene la ambición de invadir La Güera, ambición que amagó con hacerla el pasado mes de Abril al intentar introducir agentes del servicio secreto marroquí (DGED) como marineros, siendo interceptados por las autoridades mauritanas.

Allá donde la acción diplomática esté contraindicada, Marruecos usa la inmigración, el terrorismo y el expediente de Ceuta y Melilla, de esta forma, pretende crear un clima inicial de confrontación para forzar posteriormente un espacio de negociación con el estado español en el que su ilegal derecho a decidir sobre las aguas saharauis sea considerado de facto como una condición dada.

Se concluye pues que para conocer las entrañas de la crisis diplomática en curso entre Rabat y Madrid, hay que fijarse en el nuevo elemento que perturba las relaciones: la disputa por el Monte Tropic y los minerales que alberga, que se añade a la posición de España como potencia administradora en la cuestión de la descolonización del Sáhara Occidental.

Ahora, 19 años después, el control de las aguas aparece de nuevo en el horizonte como un obstáculo más en las relaciones hispano-marroquíes. El denominador común: la persistencia marroquí en violar la legitimidad internacional impunemente.

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