Los bloques se definen por sí solos.


Las monarquías árabes e Israel se posicionan con Marruecos; mientras Argelia y Túnez se unen a favor de Palestina y el Sáhara Occidental.

El Norte de África se ha dividido a lo largo de 2021 en dos bloques. A la cabeza Argelia y en el otro lado su vecino y enemigo, Marruecos. Las fricciones entre los dos países se arrastran desde la guerra de las Arenas en 1963, se agudizó en 1975 durante la ocupación del Sáhara Occidental, y se ha recrudecido después de que Marruecos firmara con el Estado sionista de Israel los acuerdos de Abraham.

Lehbib Abdelhay.

ECS. Madrid. | En un contexto dominado por las consecuencias de la pandemia, el conflicto saharaui reavivado, una coyuntura regional marcada por una reordenación de las alianzas y equilibrios geoestratégicos, una nueva configuración del Magreb, además de una feroz batalla comercial entre China y EE.UU. A un ingenuo Marruecos se le subió a la cabeza jugar un rol importante a través de los Acuerdos de Abraham y ha terminado aislado y amargamente debilitado. 

El Magreb se ha dividido a lo largo de 2021 en dos bloques con Argelia a la cabeza y luego Marruecos intentando elevar su posición para desempeñar un papel importante a través de los Acuerdos de Abraham y ha terminado aislado y amargamente debilitado. Marruecos, un estado satelital regado con ayudas económicas y títere de Francia y EE.UU, se pensó fortalecido geopolíticamente tras sellar con Israel la normalización cuyo propósito solamente ha beneficiado a la agenda del país judío; maximizar la ola de normalización con los Estados árabes, extender la campaña anti-iraní de la Knesset por África y sumar países en la alianza contra Argelia. Ciertamente y sin miedo a equivocarnos, tras un año de la normalización, solamente Israel y Trump han salido beneficiados en la medida en que no se han logrado los intereses marroquíes. Marruecos, a través de las instrucciones reales tras estallarle treinta años después la guerra del Sáhara Occidental, accedió apresurado y cegado a un acuerdo sin garantías. Ahora, el reconocimiento de la supuesta soberanía marroquí sobre territorios saharauis permanece en el limbo. Si la potencia norteamericana verdaderamente estuviera a favor, no tendría en reparos en repetir lo dicho por Trump que ni siquiera Francia ha apoyado. 

Acostumbrado a implicar a terceros países en el contencioso del Sáhara Occidental, se le ha vuelto en su contra, ya no se trata de solo la ocupación de un territorio ajeno, sino que, torpemente, ha arriesgado sus intereses económicos, geopolíticos y comerciales inflamando el terreno político para el cual su escasa fuerza diplomática no está preparada, y esto se refleja en el hecho de entregarse plácidamente a alianzas contrarias a los intereses del pueblo marroquí para intentar ganar peso e influencia. Marruecos se vende como una potencia regional, quiso probar su peso geoestratégico y el alcance de su influencia política y el resultado está a la vista. Su grandilocuente papel en los Acuerdos de Abraham se ha reducido a ser el de ''tonto útil'' en los planes de EE.UU en su guerra comercial contra China y en los de Israel en su obsesiva política contra Teherán, y sin recibir nada a cambio aún habiendo firmado y 'hecho los deberes.' Ni drones, ni consulado, ni soberanía. No puedes venderte como potencia regional cuando careces de elementos influyentes en la escena regional que limitan considerablemente tu acción política. 

Israel, incapaz de mitigar las tensiones en su entorno directo, está tratando de forjar alianzas con estados que temen a su propio pueblo. Lo hizo ayer con los países del Golfo y hoy con Marruecos. Pero el regalo abrahámico estadounidense, que no es más que un refuerzo de las políticas de estas dos potencias ocupantes, exige un "salario". Y este salario será elevado.

En este año de normalización, Rabat recurrió también a las monarquías del golfo desgastadas por crisis internas y que temen a su pueblo, con una pésima imagen debido a las violaciones de los DD.HH, la guerra de Yemen y el asesinato del activista Jamal Khashoggi en la embajada saudí en Turquía. Los líderes de las seis monarquías del Golfo, reunidos en la cumbre de Riad, como no podía ser de otra manera, reiteraron su apoyo a Mohamed VI y al supuesto carácter marroquí del Sáhara Occidental. Un gesto que viene a ''devolver el favor'' a Marruecos cuando se unió a la coalición para bombardear a los yemeníes en 2015 y abandonó en 2018 tras serle derribado uno de sus cazas F-16. 

Los señores feudales canjearon la sangrienta ocupación de Palestina para caer más pronto que tarde en los brazos de Israel. Actualmente, solo existen 11 monarcas en el mundo que gobiernan con mano de hierro gozando de poderes casi absolutos, entre ellos Baréin, Emiratos Árabes Unidos y Jordania Todos apoyan al rey alauí y todos establecieron relaciones con el estado de Israel bajo los Acuerdos de Abraham, traicionando a Palestina y al Sáhara Occidental, cuyo pueblo reciñen acaba de reanudar la lucha armada para liberar a su país. Este hecho recuerda a los inicios de la guerra de Palestina en 1948, cuando las monarquías de Egipto (Fuad II) y la de Irak (Faisal II) se posicionaron con Israel y ocho años después fueron barridas como resultado de la guerra árabe-israelí, quedando enterradas para siempre y dando lugar a dos nuevas repúblicas en la Liga Árabe.

Mohamed VI está empezando a comprender que poner sus huevos en una canasta ajena no es efectivo. El okupa de Sakia El Hamra y Río de Oro llegó a interiorizar que la ilusión que le hace creer que la fuerza, en todo momento y en todo lugar, es garantía de éxito y por tanto de protección, no es el mejor de los 'sueños', acaba de presenciar cómo la primera potencia del mundo ha huido de Afganistán tal y como lo hizo ayer de Vietnam frente a soldados con sandalias liderados por el independentista revolucionario Ho Chi Minh. Por lo que necesita buscar otras alianzas, como Israel, que multiplica su larga lista de conquista de los corazones de los monarcas con larga tradición de arrodillarse, pero que no engaña las mentes de aquellos pueblos que tienen una conciencia más aguda de su historia.

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