Por Lehbib Abdelhay
Madrid (ECS). - Estados Unidos no reconoce, hasta el momento, la anexión rusa de la península de Crimea efectuada en marzo de 2014, postura mantenida hasta ahora también por la administración Biden. El reconocimiento a la anexión rusa de Crimea podría estar de nuevo sobre la mesa. EE.UU, que rechazó la acción rusa, declaró una decisión similar en el norte de África. El 10 de diciembre de 2020, el ex presidente Donald Trump reconoció la soberanía marroquí sobre el total del territorio del Sáhara Occidental a cambio de la normalización de lazos diplomáticos entre Rabat y Tel Aviv.
Ocho años después del conflicto de Crimea, la Casa Blanca insiste en que las sanciones que Estados Unidos y la Unión Europea impusieron a Moscú "seguirán vigentes hasta que Rusia devuelva Crimea a Ucrania". Pero a diferencia de la declaración del acuerdo tripartito de Trump sobre el Sáhara Occidental, la acción rusa en Crimea fue la más exitosa realizada por una potencia en el siglo XXI, marcó el retorno de Rusia como uno de los principales actores del panorama geopolítico mundial, posición que había perdido tras el fracaso del sistema comunista y la caída de la UURS en 1991.
A finales de 2020, Trump y su yerno Jared Kushner protagonizaron una operación clandestina e ilegal para impulsar la normalización entre el mundo árabe y el Estado sionista de Israel. Al oficializarse ese acuerdo, el pacto entre Marruecos, Israel y EE.UU, no gozó de la misma trascendencia que otros pactos entre Israel y países árabes- UAE, Sudán, Bahréin-, el mismo Nasser Bourita, ministro de Exteriores de Marruecos, señaló para enfriar el ambiente: ''Desde nuestra perspectiva, no estamos hablando de normalización porque las relaciones ya eran normales.'' Dejando en entrever que la cuestión saharaui era el verdadero fondo de la normalización. Luego, si Joe Biden revierte la decisión de Trump, ésta no debería afectar en lo mínimo a las relaciones israelo-marroquíes, sea lo que fuere, es muy útil para el chantaje diplomático. Pero si Biden no la revierte, ¿cómo podrá conjugar su posición de que Crimea está invadida y el Sáhara Occidental no? Aceptarlo implicaría conceder argumentos a uno de sus grandes rivales y una bofetada a Europa, África y a la ONU. Esta es una de las mayores bazas del conflicto saharaui, que puede hacer tambalear las alianzas y bloques regionales.
La complicación de la situación se debe a la propia complejidad de los vínculos de Estados Unidos con Israel. Este último, al presionar a Trump para que "complaciera" a Mohamed VI, logró a través de un acuerdo de bandoleros que una miríada de Emiratos insolentes del Golfo con larga tradición de arrodillarse, firmaran los acuerdos de Abraham debido a la protección de Estados Unidos. Por tanto, no es fácil, por el momento, tocar esta construcción que sirve al mismo tiempo a Israel, Marruecos y los Emiratos Árabes Unidos, Estados todos bajo la dependencia estadounidense.
Posición difícil para Biden pero no para el estado estadounidense a largo plazo. Porque todas estas hermosas personas, que por el momento están por la perilla por razones conocidas, sufren la misma pesadilla: Irán. Y las pesadillas a menudo engendran "enfermedades" que estropean la arquitectura política más bella.
Este desconocimiento de las reglas del equilibrio de poder le hace creer que puede hacer cualquier cosa tras regalar un país con la única bendición de unos pocos "amigos". Sucede que este país regalado por Trump (Sáhara Occidental) está habitado por el pueblo saharaui y ubicado en una región, donde, por cuestiones geoestratégicas de un país vecino y grandes potencias, le impiden actuar como en un zoo.
La facilidad o dificultad en la tarea de revocarlo depende en gran medida de la perspectiva con la que lo miren en Washington. Al final, el fondo de cualquier desencuentro político que atañe a la causa saharaui nos lleva inevitablemente al ámbito legislativo, porque es simple y llanamente una cuestión de aplicación del derecho internacional contra la dudosa voluntad de los gobernantes mundiales, aunque para eso se supone que está la ONU, se supone y se sigue suponiendo.
Si el presidente Biden, unos meses después, sintió la necesidad de enviar a un diplomático del Departamento de Estado, seguramente fue para dinamitar la política agresiva de Trump y significa que prefiere las armas pacíficas de la diplomacia y el multilateralismo. Actualmente lo está mostrando en Viena y Ginebra al negociar con Irán, a riesgo de enfurecer a Israel, y Rusia a riesgo de enfurecer a Ucrania y sus aliados europeos. ¿Qué le impide hacerlo por el Sáhara Occidental siendo el coste político mucho menor cuando Marruecos ni siquiera tiene los medios para pestañearle, y mucho menos encontrar otro protector? El tiempo lo dirá. Dicho esto, el pueblo saharaui ahora sabe y no debe olvidar que el equilibrio de poder sigue siendo el factor que cambia las cosas sobre el terreno.
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