Por Lehbib Abdelhay
Madrid (ESC).- Sucesión de crisis diplomáticas con todos sus vecinos, ausencia de paz en la región, tensiones abiertas...el fiasco político de Marruecos tras la exhibición de su enfado con sus mejores aliados; Estados Unidos y Francia. Los acuerdos de Abraham firmados en 2020, que aún esperan desarrollarse plenamente debido a que han quedado supeditados al congelamiento y rechazo por parte de la administración de Joe Biden, han causado un estado de histeria colectiva en la diplomacia alauita, que ha iniciado frentes contra todo aquel que se ha opuesto a violar la legitimidad internacional usando para imponer sus objetivos el chantaje, declaraciones amenazantes y la congelación de la cooperación bilateral con al menos ocho países.
Ahora, con un panorama bastante inflamable debido al ulterior, y no deseado, desarrollo de los acontecimientos en torno al expediente saharaui que contradice la retórica con la que se promovió el acuerdo israelo-marroquí de traer paz a la región. Marruecos emerge en el horizonte como el gran perdedor del acuerdo trilateral; los dos memorandos que se firmaron; suministro de drones estadounidenses, la apertura de un consulado en Dajla ocupada y reconocimiento de la soberanía sobre partes del Sáhara Occidental solo perviven como el 'cebo' que fue para engatusar a Marruecos, pues ninguno se ha hecho realidad.
En la tarde del pasado lunes 02 de octubre, Mohamed VI recibió en el palacio real a los embajadores de 14 países que le entregaron sus cartas credenciales, entre ellos algunos carentes de importancia para la diplomacia marroquí como el de Paraguay o el de Yibuti, según un comunicado de la Casa Real recogido por el El Confidencial. Otros sí tenían más peso, como el de Rusia. Según el rotativo español, todos ellos llevaban meses esperando, alguno más de año y medio, a ser llamados a palacio para prestar sus cartas credenciales a Mohamed VI. Pero en esa ceremonia, el monarca alauí excluyó, sin embargo, a los embajadores de Francia y Estados Unidos. El embajador francés Christophe Lecourtier, que llegó a Rabat en diciembre de 2022, representa a un país con el que Marruecos está en crisis abierta desde hace más de dos años. Por eso, Marruecos dejó vacante su embajada en París hace ya 10 meses. Mohamed VI tampoco citó al embajador de Washington, Puneet Talwar, que llegó a Rabat hace casi un año.
A parte de éstas dos potencias occidentales históricamente aliadas del régimen, Mohamed VI debe de estar también muy enfadado con la ONU y, más concretamente, con su enviado personal al Sáhara Occidental, el diplomático italo-sueco, Staffan de Mistura.
Por primera vez desde su nombramiento en 2021, De Mistura consiguió, por fin, viajar a los territorios ocupados del Sáhara Occidental. La presión diplomática ejercida por Washington ha hecho realidad esa visita al territorio saharaui.
Marruecos y los supuestos "avances en el expediente saharaui"; mucho ruido, pocas nueces
Marruecos, un país regado de ayudas económicas y títere potencias, se pensó fortalecido geopolíticamente tras sellar con Israel la normalización cuyo propósito solamente ha beneficiado a la agenda del país judío, empujado por EE.UU y los Acuerdos de Abraham para maximizar la ola de normalización con los tiranos estados árabes, extender la campaña anti-iraní de la Knesset por África y sumar países en la alianza contra Teherán. Ciertamente y sin miedo a equivocarnos, tras casi tres años de la normalización, solamente Israel ha salido beneficiados en la medida en que no se han logrado los intereses marroquíes, salvo algunos drones suministrados por el régimen de Tel Aviv que han servido para asesinar a unos 125 civiles. Marruecos, a través de las instrucciones reales tras estallarle treinta años después la guerra del Sáhara Occidental, accedió apresurado y cegado a un acuerdo sin garantías. Ahora, el reconocimiento de la supuesta soberanía marroquí sobre territorios saharauis permanece en el limbo. Si la potencia norteamericana verdaderamente estuviera a favor, no tendría en reparos en repetir lo dicho por Trump que ni siquiera Francia ha apoyado.
Marruecos creyó que la declaración de soberanía trumpista supuso un espaldarazo y una palanca importante para su diplomacia, y a pesar de que la calificaron de ''histórica'', lo único que tiene de memorable es que sumió al país magrebí en una sucesión de crisis diplomáticas que derivaron en un aislamiento sin precedentes, enfrentándose a países europeos, así como a dos de las potencias africanas: Argelia y Sudáfrica, a su principal socio comercial; Francia por espiarle, y por si fuera poco, acusó a Irán sin fundamento alguno más que el de la genuflexión a la agenda sionista para ganarse el apoyo estadounidense. Esta actitud basada en una estrategia de choque prueba que es Marruecos quien está tomando las decisiones equivocadas y no el resto de países involucrados.
En consecuencia, esto nos permite concluir que, lejos de una paz permanente en la región, los Acuerdos de Abraham entre Israel, Marruecos y los EE.UU no constituyen un paso hacia una paz duradera, y esto es debido a que incluyen precisamente la ocupación del Sáhara Occidental, causante de todas las crisis diplomáticas marroquíes desde su firma.
Mohamed VI y el sentimiento de irrelevancia
Acostumbrado a implicar a terceros países en el contencioso del Sáhara Occidental, se ha vuelto en su contra, ahora ya no se trata de solo la ocupación de un territorio ajeno, sino que, torpemente, ha arriesgado sus intereses económicos, geopolíticos y comerciales inflamando el terreno político para el cual su escasa fuerza diplomática no está preparada, y esto se refleja en el hecho de entregarse plácidamente a alianzas contrarias a los intereses del pueblo marroquí para intentar ganar peso e influencia. Finalmente, ¿qué no estarás dispuesto a hacer para proteger tus puntos débiles?
Marruecos se vende como una potencia regional, quiso probar su peso geoestratégico y el alcance de su influencia política y el resultado está a la vista. Su grandilocuente papel en los Acuerdos de Abraham se ha reducido a ser el de ''tonto útil'' en los planes de EE.UU en su guerra comercial contra China y en los de Israel en su obsesiva política contra Teherán, y sin recibir nada a cambio aún habiendo firmado y 'hecho los deberes.' No puedes venderte como potencia regional cuando careces de elementos influyentes en la escena regional que limitan considerablemente tu acción política.
Precipitaciones y falta de miras ante un contexto divergente
En un contexto dominado por las consecuencias de la guerra de Ucrania, el conflicto saharaui reavivado, una coyuntura regional marcada por una reordenación de las alianzas y equilibrios geoestratégicos, una nueva configuración del Magreb, además de una feroz batalla comercial entre China y EE.UU. A un ingenuo Marruecos se le subió a la cabeza jugar un rol importante y ha terminado aislado y amargamente debilitado.
Hay una ley inmanente en política que reza que la fuerza de cualquier política es limitada cuando la contradicción con los hechos es demasiado grande. Marruecos no consideró debidamente varios factores antes de aventurarse junto a Israel y EE.UU en un acuerdo que ha traído más malestar que bienestar.
De la crisis al control de daños
Tras el inútil desgaste diplomático durante tres años que no ha servido más que para degradar la ya mala imagen de Marruecos y poner en la palestra la ocupación del Sáhara Occidental, Marruecos intenta levantarse.
No obstante, el enfrentamiento no es opción para un régimen que vincula la invasión a su existencia y considera enemigo a todo aquel que exija el derecho de autodeterminación para el pueblo saharaui como dicta la legalidad internacional. Tras un estrepitoso fracaso intentando imponer la soberanía sobre el Sáhara Occidental, Rabat pasa al plan B; recurrir a Tel Aviv, otro síntoma de su debilidad y acorralamiento. De exigir la soberanía sobre el Sáhara Occidental a conformarse con que el estado hebreo continúe suministrándole armas y drones para mantenerse frente a los ataques relámpago del Ejército Saharaui. Esta descabellada idea solo puede ser producto de la confusión majzeniana entre política interna y externa, pretender que salga adelante para allanar el terreno de su agenda expansionista, es un loable esfuerzo de credulidad.
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