Por Gideon Levy
Madrid (ECS).- Doscientos sesenta nombres de bebés cuya edad era cero años; nombres de bebés que no llegaron a celebrar su primer cumpleaños, ni celebrarán nunca nada más. He aquí algunos de sus nombres: Abdul Jawad Hussu, Abdul Khaleq Baba, Abdul Rahim Awad, Abdul Rauf al-Fara, Murad Abu Saifan, Nabil al-Eidi, Najwa Radwan, Nisreen al-Najar, Oday al-Sultan, Zayd al-Bahbani, Zeyn al-Jarusha, Zayne Shatat. ¿Qué sueños tenían sus padres para ellos? Luego hay también cientos de nombres de niños de uno y dos años; niños pequeños de tres o cuatro años; niños que tenían cinco, seis, siete u ocho años, hasta los jóvenes que tenían 17 años cuando murieron.
Miles de nombres, uno tras otro, de los 11.500 niños asesinados por las Fuerzas de Defensa de Israel en Gaza en los últimos cuatro meses. La lista fluye como los títulos de crédito al final de una larga película, con una lúgubre melodía de fondo. La cadena «Al Jazeera» publicó el pasado fin de semana la lista de nombres que obran en su poder, la mitad de los 11.500 que murieron, según el Ministerio de Sanidad de Hamás. Un niño muerto cada 15 minutos, uno de cada 100 niños de Gaza.
A su alrededor quedaron los niños que presenciaron la muerte de sus seres queridos, los padres que enterraron a sus bebés, las personas que habían sacado sus cuerpos del fuego y los escombros, miles de niños lisiados y decenas de miles para siempre en estado de shock. Según cifras de la ONU, 10.000 niños perdieron a ambos padres en esta guerra, una guerra en la que dos madres mueren cada hora.
Ninguna explicación, ninguna justificación o excusa podrá encubrir este horror. Lo mejor sería que la maquinaria propagandística de Israel ni siquiera lo intentara. Nada de historias del tipo «Hamás es responsable de todo», ni excusas que apunten a que Hamás se esconde entre los civiles. Un horror de esta envergadura no tiene más explicación que la existencia de un ejército y un gobierno que carecen de límites establecidos por la ley o la moral.
Piensa en esos bebés, que murieron en sus cunas y en sus pañales, en los niños que intentaron huir para salvar sus vidas en vano. Cierra los ojos por un momento e imagina los 10.000 cuerpos diminutos yaciendo uno al lado del otro; mirálos y ve las fosas comunes, las salas de urgencias abarrotadas, con ambulancias vomitando más y más niños que entran a toda prisa, sin saber si están muertos o aún vivos.
Está ocurriendo, incluso ahora, a poco más de una hora en coche de Tel Aviv. Está ocurriendo sin que se informe de ello en Israel, sin ningún debate público sobre el violento ensañamiento que Israel se ha permitido perpetrar en Gaza esta vez, más que nunca. También está ocurriendo sin que nadie en Israel reflexione sobre lo que saldrá de esta matanza masiva, sobre lo que Israel podría ganar con ello y qué precio pagará por ello. Que no nos molesten, estamos matando niños.
Los clichés son manidos y patéticos: «Empezaron ellos», «no hay elección», «¿qué quiere que hagamos?». «Las Fuerzas de Defensa de Israel hacen todo lo posible para evitar la muerte de inocentes». La verdad es que a Israel no le importa, ni siquiera le interesa. Al fin y al cabo, los palestinos no quieren a sus hijos y, en cualquier caso, sólo habrían crecido para convertirse en terroristas.
Mientras tanto, Israel está borrando generaciones en Gaza, y sus soldados están matando niños en cifras que compiten con la más cruel de las guerras. Esto no se olvidará ni puede olvidarse. ¿Cómo puede un pueblo olvidar a quienes mataron a sus hijos de esa manera? ¿Cómo pueden las personas de conciencia de todo el mundo permanecer en silencio ante semejante matanza masiva de niños? El hecho de que Israel no delibere internamente sobre esta cuestión, sin lágrimas ni conciencia a la vista, sólo con ganas de más guerra, hasta lograr una «victoria final», no compromete al resto del mundo. El mundo ve y se escandaliza.
La verdad es que es imposible permanecer en silencio. Incluso Israel, tan absorto en su dolor y en su preocupación por la suerte de los rehenes; Israel, que en sí mismo también sufrió horrores el 7 de octubre, no puede ignorar lo que está ocurriendo en Gaza. Se tardan siete minutos en repasar la lista de miles de niños muertos, que transcurre ante nuestros ojos a la misma velocidad que lo hicieron sus miserables vidas. Al final, uno no puede permanecer en silencio; son siete minutos que te dejan atragantado, angustiado y profundamente avergonzado.
Gideon Levy (5/2/2024) Haaretz
NOTA: Gideon. Levy es periodista y escritor israelí. N. de la R: Haaretz.
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