Madrid, 29 Junio de 2019. -(ECSaharaui)
Por Lehbib Abdelhay/ECS.
"¿Por qué a ti, como blanco, te es tan fácil venir hasta aquí y a nosotros nos lo ponen tan difícil para ir allí?", Pregunta Bah, un joven de Guinea, desde un centro que la Organización internacional para las Migraciones (OIM) tiene en Niamey, la capital de Níger, y donde se encuentra bloqueado a pesar de su deseo de emigrar a Europa. La pregunta hiela la sangre.
"Asimismo iba cuando me cogieron en Argelia y me expulsaron hacia Níger. Me requisaron todo", lamenta Mahamadou, otro joven también de Guinea y que sólo tiene la ropa que lleva encima. También está en el centro en Niamey, donde le deportaron hace seis meses. Kalidou, también de Guinea, afirma algo muy parecido desde otro centro de la OIM, pero desde Bamako, capital de Mali.
Por Lehbib Abdelhay/ECS.
Imagen de archivo - Reuters
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"¿Por qué a ti, como blanco, te es tan fácil venir hasta aquí y a nosotros nos lo ponen tan difícil para ir allí?", Pregunta Bah, un joven de Guinea, desde un centro que la Organización internacional para las Migraciones (OIM) tiene en Niamey, la capital de Níger, y donde se encuentra bloqueado a pesar de su deseo de emigrar a Europa. La pregunta hiela la sangre.
"Asimismo iba cuando me cogieron en Argelia y me expulsaron hacia Níger. Me requisaron todo", lamenta Mahamadou, otro joven también de Guinea y que sólo tiene la ropa que lleva encima. También está en el centro en Niamey, donde le deportaron hace seis meses. Kalidou, también de Guinea, afirma algo muy parecido desde otro centro de la OIM, pero desde Bamako, capital de Mali.
François, de Benin, está en otro centro en Ouagadougou, en Burkina Faso, y se queja del mismo asunto. Miles de subsaharianos están siendo detenidos en centros de internamiento en alguno de los países del Sahel, que reciben millones de euros cada año de la Unión Europea para que eviten la llegada de esos migrantes al territorio europeo.
La mayoría de estos migrantes fueron abandonados por las autoridades argelinas en pleno desierto del Sahara en condiciones deplorables o llegaron a estos países con vuelos de evacuación organizados por la ONU desde Libia. A pesar de que las migraciones africanas del sur del Sahara hacia el Viejo continente suponen sólo el 10% del total, según la ONU, la UE continúa centrada en frenarlas.
Gendarmes de Europa
Los países del Magreb, principalmente Marruecos, han trabajado durante años como gendarmes para detener estos movimientos de población y continúan haciéndolo, como lo demuestran Argelia y Marruecos. Los umbrales de la Unión Europea, sin embargo, ya se extienden hasta el Níger, concretamente en la localidad de Agadez, la puerta del desierto del Sahara, y actualmente también en Malí y Burkina Faso, espacios igualmente de tráfico en la ruta hacia Europa. Por eso la canciller alemana, Angela Merkel, visitó recientemente estos tres países, que están entre los más pobres del mundo y son responsables de aplicar el dispositivo de contención migratoria mediante el reforzamiento de las fronteras, un discurso de disuasión y el fomento de las repatriaciones a cambio de recibir ayuda al desarrollo.
"Es un chantaje en toda regla", afirma el activista nigeriano Ibrahim Manzo Diallo. La UE, en voz de la embajadora comunitaria en Níger, niega el concepto de "externalización de fronteras" y habla de "intereses comunes", si bien el ministro del Interior del país, Mohamed Bazoum, reivindica "el esfuerzo del Níger para frenar la migración "y se queja de la escasa recompensa obtenida.
Níger y Mali son dos de los principales receptores de ayuda oficial al desarrollo de la UE, no tanto para promover condiciones de vida dignas como para luchar contra la migración, según denuncian redes de organizaciones sociales europeas y africanas como Concord y Loujna Tounkaranké. Por ello reciben 241 y 209 millones de euros, respectivamente, procedentes del fondo fiduciario creado ad hoc para frenar las migraciones, con promesas de hasta mil millones para el año próximo. Las entidades critican la subordinación de las ayudas a que estos países se comprometan a frenar las migraciones, y reportan una desviación de fondos de desarrollo hacia tareas de seguridad, control de fronteras, formación militar y disuasión de un derecho humano como el de la circulación.
Controles biométricos
Una muestra de ello es la implantación de controles biométricos entre los países de la zona, donde teóricamente impera un protocolo de libre movimiento semejante al espacio Schengen europeo. "Parece que seamos en un aeropuerto. Nos dicen que es por seguridad pero todo el mundo sabe que es para controlar la migración", asegura el activista Eric Kamdem, de la Maison du Migrante de Gao.
El aumento del control fronterizo se complementa con una política de disuasión para evitar las migraciones, como se observa por ejemplo en la ciudad de Tenkodogo, en la zona centro-este de Burkina Faso, con el lanzamiento de un proyecto de supuesta "sensibilización" de la OIM. Mediante una obra de teatro con vecinos de la localidad como protagonistas, la agencia vinculada a la ONU informa de los "peligros de la migración irregular y subraya los aspectos positivos de quedarse" en los países de origen, según la cabeza de la misión, Abibatou Wane.
Durante la representación no se hace ninguna mención de la UE ni de su política de restricción migratoria, y sólo se acusa a los "vendedores de sueños", en referencia a los "traficantes", que "ganan millones de dólares a costa de jóvenes que arriesgan la vida", añde Wane.
Falta de vías legales y seguras
La ausencia de alusiones al control fronterizo es notoria, aunque cada vez más las mismas autoridades de los países sahelianos reconocen la causa-efecto entre la migración irregular y la falta de vías legales y seguras para viajar a Europa. "Hoy es muy difícil acceder a un visado europeo y por eso la gente recurre a otros caminos. Por mucho que cierren fronteras, la gente seguirá encontrando otras rutas, aunque con más riesgos", asegura el director de Población del Ministerio de Economía de Burkina Faso, Gustave Bambara.
Las asociaciones defensoras de derechos humanos continúan reclamando canales regulares y seguros y, por tanto, un relajamiento en la concesión de visados, mientras las personas que quieren emigrar califican de ineficaces e innecesarios los discursos desalentadores difundidos por los organismos internacionales. "Intentan desalentarnos diciéndonos que la gente se muere en el desierto, pero eso ya lo sabemos. Sin embargo, estamos dispuestos a evitarlo", recalca Doris, migrante vuelta de Libia con destino a Liberia. En Mohammed lo ratifica después de haber sufrido también el país magrebí. "Tengo miedo de volver, pero ahora estoy dispuesto a probar la ruta de Marruecos".
El jefe de programas de OIM en Burkina Faso, Andreas de Boer, asegura que este organismo trabaja para "evitar las muertes en el Mediterráneo, resolver las causas profundas de la migración y promover la migración regular, ordenada y segura", en la línea del Pacto Mundial para las Migraciones. Pero esta es la versión oficial. En cambio, para una gran parte de la sociedad civil, este organismo "busca el bloqueo de los migrantes y contribuye a un sistema perverso", según dice la activista burkinés Impani Nankondé. El retorno, por lo tanto, "se enmascara de voluntario" pero se da después de expulsiones o forzado por las circunstancias, según el investigador de la Universidad de Uagadugú Idrissa Zidnaba. La organización internacional rechaza las acusaciones y asegura que siempre trabaja en contextos de "voluntariedad".
La OIM dispone de varios centros de acogida en los países del Sahel, sobre todo en Níger, pero cada vez más presente en Burkina Faso y Mali. En este último, con todo, "la importancia de la diáspora maliense ha sido clave para evitar un despliegue del organismo tan fuerte como el del Níger", según Kamdem. En sus instalaciones, los migrantes esperan ser repatriados o derivados al ACNUR si son susceptibles de ser demandantes de asilo o de adquirir el estatuto de refugiado. Este triaje poco se aleja de los centros propuestos en 2017 por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, para clasificar los migrantes, y que chocaron con la oposición frontal de organizaciones de derechos humanos.
Una espera de meses
El repatriación a menudo experimenta demoras que causan estragos entre los afectados, bloqueados en ciudades como la capital de Níger, Niamey, sin poder ir ni adelante ni atrás. "Hace demasiados meses que estamos aquí. Hay gente que hace ocho meses e incluso un año que está ahí. La OIM se lucra con nosotros, obtiene beneficios porque da a entender a todo el mundo que nos cuida pero es del todo falso", afirma Joseph, cerca de una estación de autobuses de la capital nigeriana. En condiciones similares se encuentran mujeres y menores.
Bouba tiene 17 años y es de Guinea. Acude cada día al pequeño restaurante de Issoufou, un nigerino que le ofrece comida gratis porque hace años también vivió con el en Libia. Bouba está bajo tutela de la OIM en uno de sus centros de Niamey, pero sale a menudo por "intentar sobrevivir". No tiene móvil ni dinero. Fue expulsado de Argelia de malas maneras hace dos meses en una redada policial por las calles de Biskra, donde le robaron todo lo que llevaba encima.
"Vi como pegaban y maltrataban amigos míos. Los argelinos son muy racistas con nosotros. A mí, por suerte, no me tocaron", relata. Después de comer regresa al barrio donde se aloja para encontrarse con los compañeros de periplo. Casi todos son de esta franja de edad y originarios de Senegal, Camerún, Mali y Costa de Marfil. "Mi sueño es jugar al rugby. Por eso pensé que ir a Europa, a ver si lo conseguía ", explica uno. El otro quiere hacer rallies o convertirse en piloto de avión, jugar al fútbol o continuar los estudios "porque su familia no tiene recursos".
Son algunos de la cincuentena de menores que la OIM acoge a Niamey, donde esperan ser repatriados en avión o por carretera a sus países natales. La mayoría comparten un deseo, aunque mantienen la esperanza de poder llegar algún día a Europa: "Lo único que quiero ahora es ver a mi madre, después ya veremos", explica Alex, otro afectado.
Abocadas a la prostitución
Varias calles allá, dos mujeres de nacionalidad eritrea conversan fuera del centro donde duermen. La amplia ropa tendida evidencia que el centro está lleno. El sol se pone y las mujeres que se alojan -la mayoría son demandantes de asilo procedentes de Eritrea y Sudán- han dispersado por los barrios de Niamey. En algunos casos son vertidas a la prostitución, a pesar de estar bajo el paraguas de la ACNUR. El organismo internacional lo reconoce y asegura que trabaja para evitarlo. "Hemos puesto en marcha programas de sensibilización para estas personas, muchas de ellas traumatizadas, y seguimos muy de cerca los acontecimientos para impedir que se extiendan", afirma Marta Vigliaroni, especialista en salud mental del ACNUR. Esto ejemplifica la violencia sufrida por las mujeres a lo largo de la aventura migratoria.
A Agadez, otro grupo de mujeres originarias de Nigeria también se prostituyen. En su caso niegan tener como destino Europa y aseguran que ahora sólo quieren volver a su país para reencontrarse con sus hijos, pero sin el apoyo de la OIM no van a poder regresar. Por su parte, Natalie mira hacia el horizonte de dunas y arena y reafirma la intención de continuar el camino. Tiene 19 años, es peluquera y asegura que nunca ha ejercido la prostitución. Consciente de las dificultades, ella sí tiene el anhelo de llegar a Francia para ganar dinero, y por ello sentencia: "Tengo miedo de continuar, pero ahora estoy mejor aquí [en Agadez] que en Benin. Ya veremos qué me lleva el futuro".
La mayoría de estos migrantes fueron abandonados por las autoridades argelinas en pleno desierto del Sahara en condiciones deplorables o llegaron a estos países con vuelos de evacuación organizados por la ONU desde Libia. A pesar de que las migraciones africanas del sur del Sahara hacia el Viejo continente suponen sólo el 10% del total, según la ONU, la UE continúa centrada en frenarlas.
Gendarmes de Europa
Los países del Magreb, principalmente Marruecos, han trabajado durante años como gendarmes para detener estos movimientos de población y continúan haciéndolo, como lo demuestran Argelia y Marruecos. Los umbrales de la Unión Europea, sin embargo, ya se extienden hasta el Níger, concretamente en la localidad de Agadez, la puerta del desierto del Sahara, y actualmente también en Malí y Burkina Faso, espacios igualmente de tráfico en la ruta hacia Europa. Por eso la canciller alemana, Angela Merkel, visitó recientemente estos tres países, que están entre los más pobres del mundo y son responsables de aplicar el dispositivo de contención migratoria mediante el reforzamiento de las fronteras, un discurso de disuasión y el fomento de las repatriaciones a cambio de recibir ayuda al desarrollo.
"Es un chantaje en toda regla", afirma el activista nigeriano Ibrahim Manzo Diallo. La UE, en voz de la embajadora comunitaria en Níger, niega el concepto de "externalización de fronteras" y habla de "intereses comunes", si bien el ministro del Interior del país, Mohamed Bazoum, reivindica "el esfuerzo del Níger para frenar la migración "y se queja de la escasa recompensa obtenida.
Organizaciones locales e internacionales denuncian una estrategia cínica y vulneradora de los derechos humanos en una zona marcada por el hambre, la violencia de grupos terroristas y la injerencia internacional.
Níger y Mali son dos de los principales receptores de ayuda oficial al desarrollo de la UE, no tanto para promover condiciones de vida dignas como para luchar contra la migración, según denuncian redes de organizaciones sociales europeas y africanas como Concord y Loujna Tounkaranké. Por ello reciben 241 y 209 millones de euros, respectivamente, procedentes del fondo fiduciario creado ad hoc para frenar las migraciones, con promesas de hasta mil millones para el año próximo. Las entidades critican la subordinación de las ayudas a que estos países se comprometan a frenar las migraciones, y reportan una desviación de fondos de desarrollo hacia tareas de seguridad, control de fronteras, formación militar y disuasión de un derecho humano como el de la circulación.
Controles biométricos
Una muestra de ello es la implantación de controles biométricos entre los países de la zona, donde teóricamente impera un protocolo de libre movimiento semejante al espacio Schengen europeo. "Parece que seamos en un aeropuerto. Nos dicen que es por seguridad pero todo el mundo sabe que es para controlar la migración", asegura el activista Eric Kamdem, de la Maison du Migrante de Gao.
El aumento del control fronterizo se complementa con una política de disuasión para evitar las migraciones, como se observa por ejemplo en la ciudad de Tenkodogo, en la zona centro-este de Burkina Faso, con el lanzamiento de un proyecto de supuesta "sensibilización" de la OIM. Mediante una obra de teatro con vecinos de la localidad como protagonistas, la agencia vinculada a la ONU informa de los "peligros de la migración irregular y subraya los aspectos positivos de quedarse" en los países de origen, según la cabeza de la misión, Abibatou Wane.
Durante la representación no se hace ninguna mención de la UE ni de su política de restricción migratoria, y sólo se acusa a los "vendedores de sueños", en referencia a los "traficantes", que "ganan millones de dólares a costa de jóvenes que arriesgan la vida", añde Wane.
Falta de vías legales y seguras
La ausencia de alusiones al control fronterizo es notoria, aunque cada vez más las mismas autoridades de los países sahelianos reconocen la causa-efecto entre la migración irregular y la falta de vías legales y seguras para viajar a Europa. "Hoy es muy difícil acceder a un visado europeo y por eso la gente recurre a otros caminos. Por mucho que cierren fronteras, la gente seguirá encontrando otras rutas, aunque con más riesgos", asegura el director de Población del Ministerio de Economía de Burkina Faso, Gustave Bambara.
Las asociaciones defensoras de derechos humanos continúan reclamando canales regulares y seguros y, por tanto, un relajamiento en la concesión de visados, mientras las personas que quieren emigrar califican de ineficaces e innecesarios los discursos desalentadores difundidos por los organismos internacionales. "Intentan desalentarnos diciéndonos que la gente se muere en el desierto, pero eso ya lo sabemos. Sin embargo, estamos dispuestos a evitarlo", recalca Doris, migrante vuelta de Libia con destino a Liberia. En Mohammed lo ratifica después de haber sufrido también el país magrebí. "Tengo miedo de volver, pero ahora estoy dispuesto a probar la ruta de Marruecos".
El jefe de programas de OIM en Burkina Faso, Andreas de Boer, asegura que este organismo trabaja para "evitar las muertes en el Mediterráneo, resolver las causas profundas de la migración y promover la migración regular, ordenada y segura", en la línea del Pacto Mundial para las Migraciones. Pero esta es la versión oficial. En cambio, para una gran parte de la sociedad civil, este organismo "busca el bloqueo de los migrantes y contribuye a un sistema perverso", según dice la activista burkinés Impani Nankondé. El retorno, por lo tanto, "se enmascara de voluntario" pero se da después de expulsiones o forzado por las circunstancias, según el investigador de la Universidad de Uagadugú Idrissa Zidnaba. La organización internacional rechaza las acusaciones y asegura que siempre trabaja en contextos de "voluntariedad".
La OIM dispone de varios centros de acogida en los países del Sahel, sobre todo en Níger, pero cada vez más presente en Burkina Faso y Mali. En este último, con todo, "la importancia de la diáspora maliense ha sido clave para evitar un despliegue del organismo tan fuerte como el del Níger", según Kamdem. En sus instalaciones, los migrantes esperan ser repatriados o derivados al ACNUR si son susceptibles de ser demandantes de asilo o de adquirir el estatuto de refugiado. Este triaje poco se aleja de los centros propuestos en 2017 por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, para clasificar los migrantes, y que chocaron con la oposición frontal de organizaciones de derechos humanos.
Una espera de meses
El repatriación a menudo experimenta demoras que causan estragos entre los afectados, bloqueados en ciudades como la capital de Níger, Niamey, sin poder ir ni adelante ni atrás. "Hace demasiados meses que estamos aquí. Hay gente que hace ocho meses e incluso un año que está ahí. La OIM se lucra con nosotros, obtiene beneficios porque da a entender a todo el mundo que nos cuida pero es del todo falso", afirma Joseph, cerca de una estación de autobuses de la capital nigeriana. En condiciones similares se encuentran mujeres y menores.
Bouba tiene 17 años y es de Guinea. Acude cada día al pequeño restaurante de Issoufou, un nigerino que le ofrece comida gratis porque hace años también vivió con el en Libia. Bouba está bajo tutela de la OIM en uno de sus centros de Niamey, pero sale a menudo por "intentar sobrevivir". No tiene móvil ni dinero. Fue expulsado de Argelia de malas maneras hace dos meses en una redada policial por las calles de Biskra, donde le robaron todo lo que llevaba encima.
"Vi como pegaban y maltrataban amigos míos. Los argelinos son muy racistas con nosotros. A mí, por suerte, no me tocaron", relata. Después de comer regresa al barrio donde se aloja para encontrarse con los compañeros de periplo. Casi todos son de esta franja de edad y originarios de Senegal, Camerún, Mali y Costa de Marfil. "Mi sueño es jugar al rugby. Por eso pensé que ir a Europa, a ver si lo conseguía ", explica uno. El otro quiere hacer rallies o convertirse en piloto de avión, jugar al fútbol o continuar los estudios "porque su familia no tiene recursos".
Son algunos de la cincuentena de menores que la OIM acoge a Niamey, donde esperan ser repatriados en avión o por carretera a sus países natales. La mayoría comparten un deseo, aunque mantienen la esperanza de poder llegar algún día a Europa: "Lo único que quiero ahora es ver a mi madre, después ya veremos", explica Alex, otro afectado.
Abocadas a la prostitución
Varias calles allá, dos mujeres de nacionalidad eritrea conversan fuera del centro donde duermen. La amplia ropa tendida evidencia que el centro está lleno. El sol se pone y las mujeres que se alojan -la mayoría son demandantes de asilo procedentes de Eritrea y Sudán- han dispersado por los barrios de Niamey. En algunos casos son vertidas a la prostitución, a pesar de estar bajo el paraguas de la ACNUR. El organismo internacional lo reconoce y asegura que trabaja para evitarlo. "Hemos puesto en marcha programas de sensibilización para estas personas, muchas de ellas traumatizadas, y seguimos muy de cerca los acontecimientos para impedir que se extiendan", afirma Marta Vigliaroni, especialista en salud mental del ACNUR. Esto ejemplifica la violencia sufrida por las mujeres a lo largo de la aventura migratoria.
A Agadez, otro grupo de mujeres originarias de Nigeria también se prostituyen. En su caso niegan tener como destino Europa y aseguran que ahora sólo quieren volver a su país para reencontrarse con sus hijos, pero sin el apoyo de la OIM no van a poder regresar. Por su parte, Natalie mira hacia el horizonte de dunas y arena y reafirma la intención de continuar el camino. Tiene 19 años, es peluquera y asegura que nunca ha ejercido la prostitución. Consciente de las dificultades, ella sí tiene el anhelo de llegar a Francia para ganar dinero, y por ello sentencia: "Tengo miedo de continuar, pero ahora estoy mejor aquí [en Agadez] que en Benin. Ya veremos qué me lleva el futuro".
·Artículo escrito por Oriol Puig y traducido por Lehbib abdelhay/ECS
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