Madrid, 10 Septiembre de 2020. - (ECSAHARAUI)
Por Abderrahaman Budda/ECS
En el año 1975 escuchábamos a los mayores, mientras preparaban el té, hablando con mucha alegría sobre la retirada de la administración colonial española y la libertad del territorio saharaui del yugo colonial europeo; fruto de la militancia de Basiri y sus colegas, y la lucha armada de los guerrilleros del Polisario.
Días después, les vimos murmurando, tristes, pensativos y preocupados; había llegado a sus oídos la mala noticia de una inminente invasión militar de Marruecos y Mauritania. Ellos no creían en los rumores que escucharon, nunca imaginaban que los países vecinos, árabes y musulmanes podrían plantear una masacre contra un pueblo hermano que aún su herida sangraba.
A finales del mismo año interminables convoyes de tanques, camiones y coches que arrastraban cañones; cruzaron la frontera norte del Sáhara Occidental para destruir las ciudades del Farsia, Echderia y Hausa. Las mujeres, niños y ancianos de aquellos poblados norteños huyeron aterrados, desesperados y desorientados, mientras los guerrilleros del Polisario realizaban ataques sorpresivos a las tropas invasoras para retrasar su avance y dar tiempo a los civiles indefensos a salvar sus vidas.
Los chiquillos saharauis fueron los más perjudicados, aquéllas criaturas en medio del caos, contemplaron a sus madres llorando. Algunos abandonaron sus casas, sus bicicletas y sus amigos más queridos, otros dejaron sus jaimas y rebaños. Muchoss menores se separaron de sus familias porque en el momento del bombardeo estaban jugando en otro lugar y con sus ojitos vieron los aviones militares sembrando la muerte y la destrucción.
Los más dichosos de aquellos infantes cruzaron la frontera argelina, descalzos, escasos de ropa, montados sobre el lomo de un burro Caminando a pié o en la carrocería de un viejo Land rover. Ahí en la tierra de Lahmada, uno de los desiertos más inhóspitos del planeta. En aquel rincón del mundo deshabitado , donde las temporadas veraniegas superan los 50 grados y las invernales alcanzan los 6 grados. Las familias vivían en jaimas de lona sin electricidad padeciendo la escasez de alimentos y medicinas.
En aquellos años murieron muchos niños por la desnutrición y la falta de medicamentos. En el campamento reinaba la tristeza y los quejidos de dolor de las madres y viudas de guerrilleros recién caídos en el frente de combate.
Aquella generación de niños, por falta de escuelas, tuvieron que viajar a países lejanos como: Cuba, Panamá, Yugoslavia, así como a los países vecinos de Libia y Argelia para estudiar.Ahí algunos estuvieron ocho años. Otros más de una década, durante todos estos años fueron privados del cariño de sus madres. Al volver del sus prolongados viajes algunos no pudieron abrazar a sus padres, pues habían caído mártires en la guerra, otros perdieron sus madres, las cuales perecieron en los hospitales a causa de de la escasez de medicamentos. Los más afortunados se encontraron con sus familias salvas y sanas, incluso tuvieron la alegría de conocer hermanitos que nacieron en su ausencia.
La mayoría de este contingente infantil se incorporo al ejército saharaui, muchos son cabecillas de unidades guerrilleras; algunos cayeron en combate, otros son médicos, ingenieros, profesores universitarios, periodistas, comerciantes, diplomáticos y ministros.
El conjunto de niños saharauis del tenebroso año 1975, después de más de cuatro décadas de exilio marcados en sus cabellos canosos, aún continúan su sendero revolucionario educando a sus hijos y nietos, contando hermosas historias de sus vivencias y alabando la belleza de las ciudades y badias del Sáhara Occidental, manteniendo siempre la fe en Ala y la esperanza de volver a su patria libre i e independiente en total armonía con los hermanos países limetrofes.
Por Abderrahaman Budda/ECS
Tiendas de campaña de la Media Luna Roja argelina y la Cruz Roja de Holanda/foto de Poemario por un Sahara Libre |
En el año 1975 escuchábamos a los mayores, mientras preparaban el té, hablando con mucha alegría sobre la retirada de la administración colonial española y la libertad del territorio saharaui del yugo colonial europeo; fruto de la militancia de Basiri y sus colegas, y la lucha armada de los guerrilleros del Polisario.
Días después, les vimos murmurando, tristes, pensativos y preocupados; había llegado a sus oídos la mala noticia de una inminente invasión militar de Marruecos y Mauritania. Ellos no creían en los rumores que escucharon, nunca imaginaban que los países vecinos, árabes y musulmanes podrían plantear una masacre contra un pueblo hermano que aún su herida sangraba.
A finales del mismo año interminables convoyes de tanques, camiones y coches que arrastraban cañones; cruzaron la frontera norte del Sáhara Occidental para destruir las ciudades del Farsia, Echderia y Hausa. Las mujeres, niños y ancianos de aquellos poblados norteños huyeron aterrados, desesperados y desorientados, mientras los guerrilleros del Polisario realizaban ataques sorpresivos a las tropas invasoras para retrasar su avance y dar tiempo a los civiles indefensos a salvar sus vidas.
Los chiquillos saharauis fueron los más perjudicados, aquéllas criaturas en medio del caos, contemplaron a sus madres llorando. Algunos abandonaron sus casas, sus bicicletas y sus amigos más queridos, otros dejaron sus jaimas y rebaños. Muchoss menores se separaron de sus familias porque en el momento del bombardeo estaban jugando en otro lugar y con sus ojitos vieron los aviones militares sembrando la muerte y la destrucción.
Los más dichosos de aquellos infantes cruzaron la frontera argelina, descalzos, escasos de ropa, montados sobre el lomo de un burro Caminando a pié o en la carrocería de un viejo Land rover. Ahí en la tierra de Lahmada, uno de los desiertos más inhóspitos del planeta. En aquel rincón del mundo deshabitado , donde las temporadas veraniegas superan los 50 grados y las invernales alcanzan los 6 grados. Las familias vivían en jaimas de lona sin electricidad padeciendo la escasez de alimentos y medicinas.
En aquellos años murieron muchos niños por la desnutrición y la falta de medicamentos. En el campamento reinaba la tristeza y los quejidos de dolor de las madres y viudas de guerrilleros recién caídos en el frente de combate.
Aquella generación de niños, por falta de escuelas, tuvieron que viajar a países lejanos como: Cuba, Panamá, Yugoslavia, así como a los países vecinos de Libia y Argelia para estudiar.Ahí algunos estuvieron ocho años. Otros más de una década, durante todos estos años fueron privados del cariño de sus madres. Al volver del sus prolongados viajes algunos no pudieron abrazar a sus padres, pues habían caído mártires en la guerra, otros perdieron sus madres, las cuales perecieron en los hospitales a causa de de la escasez de medicamentos. Los más afortunados se encontraron con sus familias salvas y sanas, incluso tuvieron la alegría de conocer hermanitos que nacieron en su ausencia.
La mayoría de este contingente infantil se incorporo al ejército saharaui, muchos son cabecillas de unidades guerrilleras; algunos cayeron en combate, otros son médicos, ingenieros, profesores universitarios, periodistas, comerciantes, diplomáticos y ministros.
El conjunto de niños saharauis del tenebroso año 1975, después de más de cuatro décadas de exilio marcados en sus cabellos canosos, aún continúan su sendero revolucionario educando a sus hijos y nietos, contando hermosas historias de sus vivencias y alabando la belleza de las ciudades y badias del Sáhara Occidental, manteniendo siempre la fe en Ala y la esperanza de volver a su patria libre i e independiente en total armonía con los hermanos países limetrofes.
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