Por H. Lmehdi y Ahmed Zain.
ECS. Madrid. | La nueva postura del Gobierno español de apoyar la propuesta marroquí en el conflicto del Sáhara Occidental, contraviniendo los principios de la legitimidad y del derecho internacional, obliga al Frente POLISARIO a revisar su labor diplomática y a responder de forma proporcional e inmediata a las exigencias de la actual fase de lucha, en mitad de una conspiración internacional para liquidar la cuestión saharaui similar a lo que está ocurriendo con Palestina. A través de los Acuerdos de Abraham, el estado de ocupación marroquí explotó la precipitación árabe hacia la entidad sionista, bajo los auspicios estadounidenses, para consolidar su ocupación del Sáhara Occidental.
Aquí, algunos pueden preguntarse sobre las cartas de presión de las que dispone el Frente POLISARIO en una batalla desigual, entre un movimiento de liberación -cuyo arma más destacada es la justicia de la causa por la que lucha, el derecho internacional y las resoluciones de la ONU que reconocen su derecho- y una potencia ocupante que ha caído en los brazos de los dueños de las Naciones Unidas y controlan tanto su dirección como sus decisiones.
No cabe duda de que las relaciones internacionales se rigen por intereses mutuos, alianzas políticas y económicas, lazos ideológicos, culturales y religiosos, que allanaron el camino para que los países compitieran por integrar bloques y organismos continentales e internacionales, creando así centros de poder para defender sus intereses. En la lucha por la liberación que está librando en nombre del pueblo saharaui, el Frente POLISARIO ha triunfado en este empeño hasta límites que van más allá de lo imposible en los años de la primera guerra, capitalizando apoyos apoyándose en el sincero discurso revolucionario y anticolonialista de la Organización para la Unidad Africana, logrando así apretar las tuercas a Marruecos y sacándolo de su profundidad africana y continental. Del mismo modo lo está logrando en Europa gracias al sendero allanado por Mhamed Jadad que explotó la batalla legal de forma magistral.
Este balance histórico de la revolución saharaui y el magnífico legado de su incansable labor, amerita una revisión e investigación exhaustivas actual de los obstáculos que entorpecieron la labor diplomática y la hicieron cosechar fracasos en distintos ámbitos, lo que afectó negativamente a la situación y avances de la causa nacional logrados en el ámbito internacional, y la hizo afrontar la feroz y agresiva guerra de la ocupación marroquí con embajadas y representaciones. La carencia de una acción diplomática congruente es lo que facilitó la incursión de Marruecos en este vacío, especialmente en el de la Unión Africana que, permaneció en silencio sobre la apertura de consulados de muchos países africanos en las zonas bajo soberanía de la República Saharaui, en clara violación de la ley fundacional de la Unión Africana, pasando a introducir y apoyar la pertenencia de la entidad sionista en la Organización Africana que gracias a los esfuerzos diplomáticos liderados por Argelia se suspendió esta membresía que resulta ofensiva para la reputación de la Unión Africana, que lucha por los valores de libertad, justicia y autodeterminación.
La posición española constituyó un apoyo moral a la ocupación marroquí y reforzó su dependencia del tuit de Trump que le otorgaba una supuesta soberanía, al que la administración Biden sigue haciendo la vista gorda e ignorando, al tiempo que anima a los países europeos a seguir el mismo camino socavando el derecho internacional con elocuentes consignas como ''una vida decente" y presionando al pueblo saharaui para que sucumba a la realidad de la ocupación, lo que es prácticamente pedir la sumisión mortal al pisotear su derecho legítimo a la autodeterminación e independencia.
Las grandes potencias, -Francia y EE.UU- allanaron el camino a esta conspiración al atraer al POLISARIO a participar en las inútiles mesas redondas, que ampliaron los contornos del limbo diplomático en el que se encuentra la causa intentando neutralizar los intentos de implicar a la parte saharaui, es decir; suprimir a toda costa el referéndum que antaño aprobaron y votaron unánimemente.
Como resultado de nuestra participación voluntaria en operaciones absurdas sin un propósito definido, se dio pie a que las potencias extranjeras presenten la causa nacional con nada más que complejidad en los pasillos de las Naciones Unidas, al involucrar a las dos partes en conflicto con otros países ajenos al mismo y prescindiendo del derecho del pueblo saharaui en la ''búsqueda'' de una solución ya dada, que no es más que intentar agradar al agresor. Se aceptó el uso de ''solución política'' y nuestros líderes se lo tragaron y hoy es motivo de celebración. Lo que antes se decía en conversaciones secretas entre el ocupante marroquí y sus aliados, hoy se dice con toda normalidad en la esfera pública por presidentes, ministros, embajadores y toda clase de políticos supuestamente demócratas, incluso por la propia ONU.
Esta incapacidad del análisis del discurso del enemigo y sus intenciones llama enormemente la atención, como es el caso de nuestra incapacidad para emitir decisiones de condena a la Unión Africana por permitir que se pisoteen a sus miembros a través de una brutal ocupación militar y haciendo la vista gorda a la ilegal apertura de consulados diplomáticos a una comunidad inexistente e intereses inexistentes, simplemente por pura ostentación.
Esta situación de estancamiento hizo que consideráramos una victoria la mera participación en las cumbres de la Unión Africana o las cumbres conjuntas con la Unión Europea, aun cuando es un derecho legítimo de todos los estados miembros, y ninguno de ellos considera la mera participación como una victoria si no es porque ha logrado resultados tangibles o llega a ocupar posiciones importantes dentro de las estructuras y órganos de la Unión Africana e influye en decisiones políticas de gran calado que obedezcan a las aspiraciones de su pueblo.
Las evidencias del declive de la diplomacia saharaui y su transformación desde un estado de proliferación y expansión a un estado de estancamiento mecánico son muchas, y ya no se ocultan a la vista. Ante las tormentas internacionales que han zarandeado el mapa de aliados, amigos y enemigos, la filosofía que guía nuestra política exterior necesita revisarse y reestructurarse, elaborar una estrategia que responda a las transformaciones que vive el mundo, adaptarse al contexto actual ante el elevado número de amenazas enfocándolo a las prioridades de nuestra labor diplomática. Ampliar el círculo de toma de decisiones, adecuarse a los criterios de eficacia, eficiencia y resultados obtenidos, activar el principio de rendición de cuentas, fomentar la iniciativa individual llevada a cabo por nuestra comunidad en el exterior, estimular la diplomacia popular y participativa abriendo puentes con organizaciones civiles, partidos, figuras influyentes y plataformas mediáticas de gran alcance, articulando de esta manera la responsabilidad colectiva de todos los saharauis en su lucha por la libertad.
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