Huertos en los campamentos saharauis en pleno desierto.

En pleno desierto, se riegan a partir de depósitos sin presión con sobrantes de ACNUR.

Madrid, 20 de abril 2019. -(El Confidencial Saharaui).

Reproducido. | Por Mariam Jawda Mouloud/ECS. 

Huerto en los campamentos saharauis/Foto de Arnau Bayón

 
Kadiha Abdelfatah Mohamed sonríe mientras vierte leche de cabra en una taza de té. Nunca la leche había sabido tan bien. Este sabor se debe a que Kadiha alimenta sus cabras con pasto que ella misma ha plantado en el medio menos imaginable: el desierto del Sáhara.

Kadiha Mohamed tiene 28 años y vive en uno de los campamentos saharauis. Casi más de la mitad de la población saharaui fue forzada a instalarse en campamentos, privados de su tierra natal el Sáhara Occidental, una tierra ocupada militarmente por Marruecos desde hace más de cuarenta años. Ella, como muchos de sus compatriotas, nació y creció en el exilio.

Unos 175.000 personas viven en los campamentos y dependen de la ayuda humanitaria. Las condiciones climatológicas extremas hacen que sea casi imposible cualquier tipo de vegetación en este lugar debido a las frecuentes tormentas de arenas y a las altas temperaturas que pueden alcanzar hasta 60º C. Según el Programa de Alimentación Mundial, cerca de un cuarto de la población residente en los campamentos saharauis sufre malnutrición crónica.

Para los saharauis que viven bajo las duras condiciones climatológicas de la Hammada, las semillas de cebada y el sol son una combinación que da vida.

Organizaciones como OXFAM o ACNUR llevan trabajando desde 1975 en los campamentos repartiendo alimentos y desarrollando programas de agricultura. Sin embargo, el creciente número de personas llegando a los campamentos ha forzado a buscar alternativas de mayor duración y más sostenibles.

Huerto en los campamentos saharauis/Foto de Arnau Bayón


En 2017, Oxfam comenzó un proyecto hidropónico, una técnica que consiste en cultivar plantas sin necesidad de un terreno. Con este proyecto Kadiha, al igual que muchos saharauis, podrá alimentar sus cabras, un sustento que les proporciona leche, carne y también una fuente de ingresos.




La idea del ingeniero de Oxfam, Taleb Brahim, también de los campamentos saharauis, es que el proyecto utilice cúpulas de adobe o contenedores de transporte de baja tecnología, que se reciclan y se cambian, para cultivar forraje verde para animales. Se trata de colocar las semillas de cebada en estos contenedores, las semillas se mantienen húmedas hasta que estallan los brotes y aparecen los raíces. Después del proceso de germinación, la cebada se coloca cuidadosamente en tinas y se riega a través de una bomba de agua que funciona con energía solar tres o cuatro veces al día.

El resultado es sorprendentemente rápido: “en tan solo una semana, la cebada se transforma en una alfombra de césped, que se extrae del contenedor y se alimentan con ellas las cabras”, afirma Kadiha. Cada bandeja o contenedor produce alrededor de 60 kg de forraje por día, suficiente para alimentar 20 cabras.




El interés de Kadiha en este proyecto, que está respaldado por el Programa de Alimentación Mundial, el Ministerio argelino de Desarrollo Económico y la Unión de Mujeres Saharauis, despertó cuando asistía a un taller organizado por Oxfam en el campamento de donde vive. Intrigada por la idea, decide firmar, y tras una entrevista, ella y su familia son seleccionados para participar en el proyecto piloto.

En esta zona, las cabras y el resto del ganado, comían plástico y basura que encontraban en los alrededores. Esto no solo afectaba a la salud de los animales en sí sino también a la calidad de su leche.

“Antes, tenía dificultades para encontrar comida para mis animales y estaba constantemente pidiendo a mis vecinos sobras de comidas”, afirma Yamila Mohamed, otra participante de este proyecto. “Ahora, gracias a estas plantas hidropónicas a salud de los animales ha mejorado, y la leche contiene mayores niveles de proteína y grasa”

Gracias a esta iniciativa, los saharauis podrán conseguir mayor calidad de carne y leche, base de su dieta alimenticia, y, por lo tanto, con ello, se consigue mayor seguridad alimentaria. Además, los participantes también pueden generar un ingreso adicional mediante la venta del forraje excedente en los mercados locales.

Huerto en los campamentos saharauis/Foto de Arnau Bayón


“Mi familia ha aprendido muchísimo. Trabajar en este proyecto ha sido uno de mis prioridades”, afirma Yamila Mohamed, “pues me permite alimentar las cabras con comida saludable y de bajo coste, y producen leche todos los días. Ahora la producción de forraje me cubre las necesidades de pasto de mi ganado e incluso me sobra para dar a mis vecinos”

Yamila y otros participantes también aprenden otras técnicas de plantación, como por ejemplo cómo utilizar el agua sobrante de los contenedores de cebada para regar sus huertos.

No obstante, no todo ha sido coser y cantar, sobretodo el comienzo. Kadiha señala que los participantes no disponían de suficiente agua al principio a causa de un sistema de bombeo inadecuado y las escaso recursos hidráulicos. Sin embargo, con el tiempo han aprendido como adaptarse.

Es más, al menos 175 familias se han beneficiado de este proyecto de bajo coste que puede ser fácilmente reproducible, lo que lo convierte en un proyecto que puede servir como ejemplo de aplicación en otras zonas áridas ya que requiere un 80% menos de agua que las prácticas agrícolas tradicionales y es muy aplicable al clima del desierto.

Con esta iniciativa, se espera que los saharauis puedan paliar algunos de los muchos problemas a los que se enfrenta esta población exiliada que lleva más de cuatro décadas subsistiendo en el exilio sin recursos y soportando las condiciones extremas del desierto de la Hammada.