Auserd, 24 Julio de 2019. - (ECSaharaui)
Por Mohamed Buzaid/Reproducido.
Nos cuentan la historia como aquellos acontecimientos sucedidos a lo largo de los siglos y siglos pasados, donde hay fechas importantes, personajes destacados, reinos, guerras, conquistas, etc. Pero hoy vengo a contaros ese otro lado de la historia que nadie se puso a escribir nunca, hoy manifiesto esa historia que vive la gente diariamente, la gente monótona, como tú y como yo.
Aprovechando que me encuentro en los campamentos de refugiados saharauis, que menos que dedicarle unas páginas a describir la rutina que vive día a día un pueblo en medio del desierto. Olvidado en el exilio desde hace más de 40 años.
Poniendo una familia cualquiera de ejemplo, su día seria el siguiente:
Amanece a eso de la siete de la mañana, se despiertan los padres y lo primero que hacen es rezar la oración del Fajr, la primera oración de las 5 que manda la religión rezar al día, agradecidos a dios por darles un día más de vida con sus hijos y queridos. Mientras el padre de la familia se pone a hacer el té saharaui, la madre va a la cocina y prepara el desayuno, se despierta a los niños, y desayuna la familia junta.
Al acabar, se visten a los niños y los mandan para el colegio, que a lo mejor se encuentra a kilómetros de casa. Poco a poco empieza a salir el sol, pues viviendo en el hostil desierto del Sáhara debes hacer tus tareas antes de las doce del mediodía, porque a esa hora empiezan a subir las temperaturas.
Los hombres aquí no tienen muchos trabajos para elegir, en unos campamentos de refugiados tienes que conformarte con lo primero que te sirva para poder traer el pan de cada día a tus hijos, los trabajos más frecuentes son; taxista entre wilayas, albañil, vendedor ambulante en el mercado, mecánico o tener un pequeño comercio en alguna Daira o algún que otro chanchullo con el que puedas tirar hacia delante.
Las mujeres para los saharuis fueron, son y serán siempre el motor del país, de hecho son ellas quienes construyeron las primeras casas e instituciones de los campamentos de refugiados en aquellas décadas de los 70 y 80 mientras los hombres luchaban en la guerra en los territorios ocupados contra la ofensiva del invasor marroquí, hoy en día, con la causa demasiado "calmada", casi todas son amas de casa, con pequeñas excepciones, pues se encargan del cuidado de la jaima y todo lo que ello conlleva, mientras que sus maridos trabajan y los niños estudian, entre otras cosas van a recoger los alimentos que reparten las ONGs mensualmente en las Dairas o ayuntamientos, alimentar a las cabras y ovejas que casi todos los saharauis tienden a tener por el simple hecho de que les beneficia con leche y carne.
Hablemos de la juventud saharaui, casi toda esta muy bien cualificada, dependiendo de la suerte y las notas que tuvieras en primaria, te enviaban a estudiar secundaria en países amigos del pueblo saharaui, como Argelia, Cuba,Venezuela, Libia (antes de la primavera Árabe), incluso a España y demás países europeos en el caso de que finalices el mencionado tramo educativo con matrícula de honor.
Cuando vuelves de haber estudiado fuera, tengas los conocimientos que tengas, te encuentras con el mismo panorama que dejaste al irte, un pueblo desolado que lucha diariamente para seguir sobreviviendo en el duro desierto con la impotencia de no poder decidir su futuro en su propia tierra libre.
Y nada más, esta seria la historia diaria de este pueblo que nunca se rinde, de personas de hierro que siguen con los valores que les enseñaron sus antepasados, sus madres ejemplares, los mártires de guerra que nunca se los lleva el olvido, la necesidad de sentir la libertad y ver nuestra bandera con su estrella y su media luna ondeando en lo más alto de la ciudad de El Aaiún, capital de nuestra querida patria.
Por Mohamed Buzaid/Reproducido.
Campamentos de Refugiados saharauis /Foto de María Porcel |
Nos cuentan la historia como aquellos acontecimientos sucedidos a lo largo de los siglos y siglos pasados, donde hay fechas importantes, personajes destacados, reinos, guerras, conquistas, etc. Pero hoy vengo a contaros ese otro lado de la historia que nadie se puso a escribir nunca, hoy manifiesto esa historia que vive la gente diariamente, la gente monótona, como tú y como yo.
Aprovechando que me encuentro en los campamentos de refugiados saharauis, que menos que dedicarle unas páginas a describir la rutina que vive día a día un pueblo en medio del desierto. Olvidado en el exilio desde hace más de 40 años.
Poniendo una familia cualquiera de ejemplo, su día seria el siguiente:
Amanece a eso de la siete de la mañana, se despiertan los padres y lo primero que hacen es rezar la oración del Fajr, la primera oración de las 5 que manda la religión rezar al día, agradecidos a dios por darles un día más de vida con sus hijos y queridos. Mientras el padre de la familia se pone a hacer el té saharaui, la madre va a la cocina y prepara el desayuno, se despierta a los niños, y desayuna la familia junta.
Al acabar, se visten a los niños y los mandan para el colegio, que a lo mejor se encuentra a kilómetros de casa. Poco a poco empieza a salir el sol, pues viviendo en el hostil desierto del Sáhara debes hacer tus tareas antes de las doce del mediodía, porque a esa hora empiezan a subir las temperaturas.
Los hombres aquí no tienen muchos trabajos para elegir, en unos campamentos de refugiados tienes que conformarte con lo primero que te sirva para poder traer el pan de cada día a tus hijos, los trabajos más frecuentes son; taxista entre wilayas, albañil, vendedor ambulante en el mercado, mecánico o tener un pequeño comercio en alguna Daira o algún que otro chanchullo con el que puedas tirar hacia delante.
Las mujeres para los saharuis fueron, son y serán siempre el motor del país, de hecho son ellas quienes construyeron las primeras casas e instituciones de los campamentos de refugiados en aquellas décadas de los 70 y 80 mientras los hombres luchaban en la guerra en los territorios ocupados contra la ofensiva del invasor marroquí, hoy en día, con la causa demasiado "calmada", casi todas son amas de casa, con pequeñas excepciones, pues se encargan del cuidado de la jaima y todo lo que ello conlleva, mientras que sus maridos trabajan y los niños estudian, entre otras cosas van a recoger los alimentos que reparten las ONGs mensualmente en las Dairas o ayuntamientos, alimentar a las cabras y ovejas que casi todos los saharauis tienden a tener por el simple hecho de que les beneficia con leche y carne.
Hablemos de la juventud saharaui, casi toda esta muy bien cualificada, dependiendo de la suerte y las notas que tuvieras en primaria, te enviaban a estudiar secundaria en países amigos del pueblo saharaui, como Argelia, Cuba,Venezuela, Libia (antes de la primavera Árabe), incluso a España y demás países europeos en el caso de que finalices el mencionado tramo educativo con matrícula de honor.
Cuando vuelves de haber estudiado fuera, tengas los conocimientos que tengas, te encuentras con el mismo panorama que dejaste al irte, un pueblo desolado que lucha diariamente para seguir sobreviviendo en el duro desierto con la impotencia de no poder decidir su futuro en su propia tierra libre.
Y nada más, esta seria la historia diaria de este pueblo que nunca se rinde, de personas de hierro que siguen con los valores que les enseñaron sus antepasados, sus madres ejemplares, los mártires de guerra que nunca se los lleva el olvido, la necesidad de sentir la libertad y ver nuestra bandera con su estrella y su media luna ondeando en lo más alto de la ciudad de El Aaiún, capital de nuestra querida patria.