¿Retorno a los Años de Plomo? Represión en el Sahara Occidental y Marruecos

El Aaiún, 15 Julio de 2019. -(ECSaharaui)

Por El Minuto/ECS


Marruecos. Reinado de Hassan II (1960-1999). El Estado marroquí se enfrenta al ascenso del autoritarismo caracterizado por una represión brutal y sistemática contra todos aquellos actos y personas que el Majzén y la monarquía considerasen hostiles y contrarios a sus intereses.
Por: Kurt Scheel S. y Jorge A. Suárez Saponaro. Especial para Diario El Minuto
Luego de combatir la gravitante censura por parte de los sucedáneos políticos del Estado marroquí en el período posterior al año 1999, los Años de Plomo se presentan en la actualidad como un llamado al recuerdo. Llamado que tiene por mayor objeto el prevenir la reiteración de crímenes de Estado y patentes violaciones a los Derechos Humanos en Marruecos.

En un informe titulado “Sahara Occidental, un desierto para el periodismo”, Reporteros Sin Fronteras denuncia la responsabilidad de la prensa internacional, y en especial de los medios españoles y franceses, en el silencio que ha sepultado al Sahara Occidental durante más de 40 años. Crítica que compartimos y desde esta tribuna, acogemos, haciendo patente en el presente artículo cómo los hechos del Siglo XXI se acercan peligrosamente a lo que, en sus inicios, fueron los Años de Plomo y en lo particular, la forma en que se ha oprimido al Pueblo Saharaui de manera histórica y sistemática por parte del Estado marroquí. ¿Estamos frente a un retorno a los Años de Plomo? 
Actualmente, el Pueblo Saharaui vive dividido entre el campo de refugiados en Tinduf (Argelia) y el territorio del Sahara, que es detentado, en parte por Marruecos desde 1975, correspondiendo el otro sector, a las llamadas zonas liberadas controladas por la República Árabe Saharaui Democrática/Frente Polisario.
La Constitución del Reino de Marruecos se vuelve, para estos efectos, en un mero papel contenedor de expectativas frente al continuo abandono del Pueblo Saharaui en las zonas ocupadas, considerados forzosamente súbditos del Majzén.
Marruecos ha intentando imponer la idea de que los saharauis en las zonas ocupadas son ciudadanos marroquíes, a pesar de que esta tesitura es contraria a derecho. Los saharauis que quisieron ampararse en la ley marroquí han tenido una suerte generalmente adversa, quedando en evidencia que son ciudadanos de segunda clase.






En la Constitución del Reino de Marruecos, podemos observar el artículo 5, señalando que todos los marroquíes son iguales ante la ley, o lo dispuesto por el artículo 9, que prescribe que la Constitución garantiza a todos los ciudadanos la libertad de opinión, la libertad de expresión bajo todas sus formas y la libertad de reunión, junto a la libertad de asociación. Un breve ejemplo de la amplitud de derechos que han sido continuamente negados de forma inexcusable al Pueblo Saharaui en las zonas ocupadas.


Para Marruecos, a pesar de no ser reconocido internacionalmente, estos son teóricamente ciudadanos de dicho Estado. Aquí, cabe destacar que la anexión de un territorio es un crimen internacional. Pero esto demuestra que la Constitución marroquí, además de ser letra muerta para los saharauis, a quienes el gobierno de Rabat dice proteger, también lo es para el resto de los ciudadanos marroquíes, siendo prueba de ello la represión sobre las poblaciones bereberes del Rif.
La lógica que se aplica a los saharauis en materia de represión se extiende no solo en las zonas detentadas por Marruecos, sino al país alauita, tal vez con menos rigor, dado que esta se aplica de modo levemente más sutil, pero que cada tanto se muestra con gran dureza como en las manifestaciones del Rif, entre 2019-2017. Empero, se sabe que los “ojos” y “oídos” del régimen del Majzén se encuentran presentes a toda hora.
El Sahara Occidental es, según Naciones Unidas, un territorio pendiente de descolonización, pero esta es una cuestión prácticamente intocable para la monarquía. Recordemos al lector que cualquiera que en Marruecos cuestione los presuntos derechos de este país sobre el Sahara Occidental, es pasible de prisión, dado que en el Código Penal existe una figura
que sanciona así a aquellos que cuestionen la “soberanía e integridad nacional”. En esa línea, no hay que olvidar que la explotación de los recursos naturales del Sahara (esencialmente los fosfatos y la pesca) lo vuelven un territorio fundamentalmente atractivo para las potencias extranjeras.
Bajo esta línea, la concentración de los medios locales (e incluso, internacionales) en manos de la monarquía y el desviacionismo a través de los debates sobre relaciones internacionales, han provocado una tendencia ha opacar por completo la lucha del Pueblo Saharui. Los organismos internacionales, bajo esta perspectiva, han fracasado rotundamente en solucionar el conflicto.
La inmensa cantidad de crímenes y violaciones a los Derechos Humanos nos hacen prever, salvo una pronta actuación mancomunada de organismos internacionales, apoyados por una prensa libre, unos nuevos Años de Plomo.
La represión a manifestaciones públicas, como el caso del Campamento de Gdeim Izik, graves atropellos contra los activistas juzgados por tribunales militares, patentes violaciones de Derechos Civiles, seguido por la represión constante a las manifestaciones que exigen desde la liberación de presos políticos, los reclamos de independencia, la falta de trabajo para la población saharaui, en una estrategia del ocupante con el fin de empobrecer y marginar al pueblo saharaui en los territorios ocupados, entre otros, son graves transgresiones a la Convención de Ginebra y al Derecho Internacional.
En 2016, Marruecos se vio sacudido por manifestaciones en el Rif, poblado por bereberes, quienes hace décadas sufren de atraso económico y discriminación cultural. Históricamente, esta región ha tenido una identidad propia, sus pretensiones autonomistas fueron objeto de una dura represión en los años 60’s. La respuesta fue una dura opresión y la condena de los líderes rifeños Zefzafi, Mustafá Ahamyik, Wasim al Bustati y Samir Ighir a veinte años por atentar contra la seguridad interna del Estado, además de otros delitos como rebelión y participación en protestas ilegales. 

El diario La Vanguardia señaló en su momento, allá por el 2017: Ninguno de los procesados resultó absuelto, y las condenas, además de los cuatro casos más graves, oscilaron entre los 15 años (cuatro personas), diez años (siete personas, entre ellos el cabecilla Mohamed Yalul), cinco años (diez), tres años (ocho), dos años (diecinueve), un año (uno) y un último, condenado a una multa de 5.000 dirhams (unos 450 euros). El proceso estuvo cargado de vicios. Los defensores denunciaron que tuvieron muchas restricciones y los acusados no pudieron estar presentes en el dictado de las sentencias.
La región del Rif, dividida administrativamente en dos regiones, Nador y Alhucemas, no se benefician en nada de la zona cercana de Tánger, sino más bien esta es tierra de gente que emigra, pobreza, olvido y también de tráfico de drogas. Una vez más, como en 1984, donde Hassan II trató a la población que protestaba por la miseria y olvido del gobierno de chusma, el gobierno marroquí volvió a responder con violencia ante las protestas. Mientras que el mundo mira hacia otro lado.

La prestigiosa ONG Amnistía Internacional, en este año 2019, denunció recientemente cinco casos de periodistas condenados a prisión en el marco del ejercicio de su profesión. El clima de violación a los derechos humanos se extiende a los inmigrantes que buscan cruzar al lado europeo. Es sabido que la inmigración ilegal es un mecanismo de presión que tiene Marruecos para obtener beneficios de la UE.
Médicos Sin Fronteras dejó de operar en el país magrebí por la falta de garantías, por la propia situación de los migrantes. Una prestigiosa ONG de Derechos Humanos, señaló en su momento: Human Rights Watch ha documentado casos en que policías marroquíes golpearon a estos migrantes, los despojaron de sus escasas pertenencias, quemaron sus precarias residencias y los expulsaron del país sin cumplir los requisitos del debido proceso. En distintos informes siempre hablan de palizas a migrantes y maltratos. Esta es ya una materia recurrente.
La “modernidad” de Marruecos también está reflejada por el matrimonio infantil. Aproximadamente un 16% de las adolescentes que contraen matrimonio en Marruecos lo hacen por debajo de la edad legal de 18 años, en comparación con no más del 3 por ciento en Argelia y Túnez, que tienen la misma edad mínima para las mujeres
La Fiscalía General instó a tribunales a impedir matrimonios con menores de edad, pero poco o nada se ha hecho al respecto. Sin embargo, la situación es sumamente grave y en 2018, diversos medios hablaron de un incremento del 50%. En las áreas rurales y zonas alejadas es muy frecuente este tipo de situaciones.
La falta de libertades se traduce en materia religiosa. En abril de 2019, la agencia EFE publicó la noticia de un ciudadano marroquí detenido por proselitismo religioso, o sea, por tener el evangelio y material religioso en su poder. Finalmente, luego de 24 horas, fue liberado por la policía. Según el artículo 220 del Código Penal marroquí, se condena a penas de seis meses a tres años a quien emplee cualquier medio de seducción para quebrantar la fe de un musulmán o tratar de convertirlo a otra religión.
¡Esta es la modernidad de Marruecos! La minoría judía es mas o menos respetada, por razones políticas del régimen. En 2010, Marruecos expulsó a una veintena de cristianos. El diario El País, en su momento decía “La decisión del Ministerio del Interior obliga además, en la práctica, a cerrar el orfanato Village of Hope de Ain Leuh, en la cordillera del Atlas, en el que había 33 niños atendidos por 16 evangélicos, todos ellos expulsados.
El centro llevaba diez años funcionando y sus huéspedes mayores tenían esa edad. Se sometía a las inspecciones de la Administración. Asimismo, el citado periódico español decía: Todos estos cristianos son culpables de intentar “quebrantar la fe de los musulmanes”, según señala un comunicado del Ministerio del Interior, difundido el lunes por la noche. A aquellos que regentaban el orfanato, se les reprocha además de “so pretexto de beneficencia, dedicarse también a hacer proselitismo de niños de corta edad”.
La “modernidad marroquí”.
Los lobbistas del régimen generalmente intentan mostrar a Marruecos como una “isla de modernidad” en el aspecto institucional. Sin embargo, esta sigue siendo una monarquía autoritaria, donde el rey tiene los resortes del poder. Hemos visto la cuestión de los migrantes, el trato que tienen y las fuertes denuncias que pesan sobre el país, pero que a fin de cuentas, a cambio de generosos fondos europeos, el régimen funcionaría en teoría como “muro de contención”. Sabemos que opera de distinta manera. Luego viene el drama saharaui, silenciado por los grandes medios de comunicación.
En este conflicto, Marruecos actúa como “agente” de intereses más poderosos, y se valen del régimen para el expolio de los recursos naturales de las zonas ocupadas. El tema del Sahara es muy grave, dado que la ocupación ha conllevado la comisión de graves delitos contra la humanidad, que van desde la desaparición de personas, detenciones ilegales, represión cultural y expolio de riquezas. Además de crímenes de guerra, como potencia ocupante al desmantelar instituciones locales y anexar el territorio.




Tal vez Marruecos no viva como en los tiempos duros de Hassan II, pero, como reza el dicho: “El zorro pierde el pelo, pero no las mañas”. El régimen es más sutil, pero sigue siendo autoritario, sigue reprimiendo y coartando libertades. Se muestra como aliado de Occidente, pero sigue siendo muy hostil con las minorías cristianas, aunque no de la manera que pasa en otros países de Oriente Medio.
El silencio informativo impuesto sobre las zonas ocupadas, donde las miradas indiscretas son rígidamente controladas y hasta expulsadas, nos hacen entender que todavía subsisten las prácticas de aquellos años oscuros… del siniestro Hassan II.