Barcelona, 15 Diciembre de 2020. - (ECSAHARAUI)
© Por Leonardo Urrutia Segura/ECS
Trump, Netanyahu y Mohamed VI /Agencias
La batalla de Lepanto fue un enorme combate naval que enfrentó a los turcos del Imperio Otomano y una coalición cristiana, llamada Liga Santa. Miguel de Cervantes estuvo allí. Y allí perdió un brazo por el disparo de un arcabuz. Fue un combate naval impresionante. Un combate calificado como la mayor batalla naval del mundo moderno. Más de 400 galeras y casi 200.000 hombres participaron en ese enfrentamiento. Un enfrentamiento donde se demostró la mayor capacidad del fuego de los cañones europeos sobre los turcos. La impresionante flota otomana creyó que llegaría a controlar el Mediterráneo occidental. Pero no fue así. Acabó derrotada para siempre.
El 07 de Octubre de 1571, la flota cristiana, dirigida por el español Juan de Austria, se encontró en el Golfo de Lepanto con aquella armada turca, muchísimo más numerosa, pues superaba aplastantemente a la cristiana en número de galeras. Pero esa armada turca portaba en su cuerpo un tumor canceroso. Esa flota turca llevaba en su “organismo” un cáncer que acabaría con ella. Ese cáncer era el cáncer del espionaje. Un cáncer como el que lleva el ejército marroquí. Un cáncer que por acción de Israel, casi seguro que comenzará a hacer metástasis muy pronto.
Como sabemos, el espionaje lo llevan a cabo personas que escuchan, que observan, que acaparan información discretamente y la entregan a quien la valora o la necesita. Esas personas, por lo común, trabajan para una de las agencias de información, de inteligencia o de seguridad, generalmente de un estado u organización política o militar.
Entre las organizaciones de espionaje estatales más famosas del mundo se encuentra, como ya sabemos, el Mossad, acrónimo hebreo de "Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales". Es el servicio de inteligencia de Israel, servicio de inteligencia que también abarca el conocido como Shaback, seguridad interior y el Aman que es la inteligencia militar.
Pero ¿por qué el Mossad es quizá el más eficaz (pero no tan eficiente) de los servicios de inteligencia del globo terráqueo? Pues muy sencillo, porque dispone de decenas de miles de informantes repartidos por todo el mundo. Son los llamados «Sayanim» (informantes en hebreo) personas sencillas y corrientes que obedecen al Mossad. Generalmente son judíos. Pero también simples simpatizantes del estado de Israel. O personas que obtienen beneficios de su colaboración. Y no necesariamente beneficios económicos. Personas que, sea en dinero o en otras ventajas, cumplen órdenes y pasan información. O bien (y esto es lo más importante) son personas que ocupan cargos importantes y de decisión y se transforman en espías potenciales. Las embajadas y otras instituciones israelíes pueden contar con este ejército de informantes que constituyen los «sayanim» para facilitar las actividades secretas de sus agentes a través del mundo. De tal forma que un Katsa (oficial de inteligencia del Mossad) cumpliría el cometido asignado sirviéndose de sus agentes subordinados y de los sayanim.
Lo más normal es que el Mossad “reclute” a judíos pertenecientes a organizaciones judeo-sionistas completamente fieles a Israel, como los masones de la Bnaï Brith, una Logia internacional judía que cuenta con 500.000 miembros repartidos por todo el mundo y cuya sede principal está en Washington.
Pero en el caso que nos ocupa nos encontramos con las dos posibilidades fundidas en una; en Marruecos son muchos los judíos, familiares de judíos, o simpatizantes de los judíos. Incluso el consejero más influyente y allegado al Rey Mohamed VI, consejero que ya lo era de su padre, es judío.
Se llama André Azoulay y es un personaje importantísimo. Un personaje clave. Un personaje que seguro que sabe por qué Hassán II, el 25 de Enero de 1983, después de acompañar al presidente francés Miterrand, (que había llegado ese mismo día en visita oficial a Marruecos) después de acompañarlo a la casa de huéspedes o de protocolo oficial para que descansara, se personó (a las 19 horas) en la casa del asesinado Ahmed Dlimi en Rabat.
Sí, Dlimi, el jefe del ejército marroquí desplazado en el Sahara que mantenía, desde el asesinato de Ben Barka, relaciones estrechas con el Mossad y que fue enterrado ese mismo día. Sí, Ahmed Dlimi, del que hablé en ¿GOLPE DE ESTADO EN MARRUECOS? ¿SERVICIOS SECRETOS NERVIOSOS?, seguro que el judío André Azoulay, consejero de Mohamed VI, porque también fue consejero de su padre Hassán II, sabe por qué, éste, se presentó en casa de Dlimi buscando hablar con el coronel Bernichi.
Coronel que fue el primer oficial de alta graduación que vio sólo una parte del cadáver de Dlimi, pues éste había quedado casi al completo debajo del camión que arrolló el Mercedes en el que viajaba, sin embargo Bernichi enseguida que llegó al lugar, para probablemente cumplir la orden de organizar una limpieza inmediata, (limpieza que sí, se hizo rápidamente, incluso con mangueras de agua a presión) pudo identificarlo enseguida por esa parte visible del cuerpo, que era justamente el brazo en cuya muñeca se distinguía perfectamente la pulsera de pelo de elefante que siempre portaba Dlimi.
¿El Rey Hassán se presentó en casa de Dlimi, sólo para dar el pésame a Zahra su esposa, o para que Berrnichi le informará con precisión de todo? Seguro que Azoulay lo sabe. Y lo sabe con detalle.
Pero sigamos con el objeto central de este octavo comentario: Está claro entonces que los Sayanim no son agentes del Mossad, sino simples informantes, ciudadanos que no son israelitas, que no viven en Israel y que son ciudadanos normales de otros países: profesionales, trabajadores.., o militares en el caso que nos ocupa del ejército marroquí.
Dicho todo esto, volvamos al golfo de Lepanto y lo que ocurrió el 7de Octubre de 1571 para que la armada otomana saliera derrotada de la contienda. ¿Cuál fue la clave de esa derrota? ¿Qué ocurrió realmente?
Pues ocurrió sencillamente que los turcos fueron traicionados por muchos de ellos mismos. Y por consiguiente la batalla se saldó a favor de los cristianos. La victoria se debió a que, ya en el primer choque, los capitanes de bastantes naves otomanas, capitanes que pertenecían a una red secreta, creada por un espía llamado Juan María Renzo, que trabajaba al servicio de España, realizaron lo acordado: dispararon alto sus cañones para evitar dañar a las galeras cristianas. Esos capitanes traidores eran las células de ese cáncer que destruyó a la flota turca y entregó la victoria a los cristianos.
Así la victoria de Lepanto fue el resultado de una magistral tarea de captación secreta del espionaje español. La creación de una “cancerígena” red de agentes indirectos con instrucciones muy precisas. Y naturalmente instrucciones absolutamente contrarias a las de sus mandos.
Esa clase de hechos son, precisamente, los que se esperan de unos servicios secretos. Esa forma de trabajar es la fundamental forma de trabajar de los servicios secretos israelitas. Unos servicios secretos que trabajan en Marruecos desde los tiempos de Hassán II y que ahora van a trabajar mucho mejor y más cómodamente desde que un Netanyahu pletórico y feliz, afirmara hace muy poco: “Restableceremos rápidamente las oficinas de enlace entre Israel y Marruecos y también habilitaremos vuelos directos Marruecos- Israel, Israel-Marruecos”.
Esas palabras del premier Israelí van a repercutir muy directamente en el curso de la guerra que enfrenta a la RASD y Marruecos.
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