¿Deben las mujeres saharauis ir al frente?

Por A.I/ECS


OPINIÓN. La semana pasada el debate público saharui se agitó por las declaraciones de Mariam Hmada - gobernadora de la Wilaya de Auserd- en las que ante un nutrido auditorio de cuadros femeninos reclamaba más espacio para las mujeres en los centros de entrenamiento militar e incluso la posibilidad de participar en el frente de guerra. En el mismo discurso denunció como “Fatuas Saudies” el discurso de algunos clérigos locales que se oponen a la participación de las mujeres en el ejército. La Gobernadora afirmó que el argumento religioso que usan las autoridades religiosas tiene su base en el Wahabismo saudita, principal apoyo de Marruecos en la guerra contra el pueblo saharaui. 

En estas líneas no voy a posicionarme a favor de ninguna de las dos opiniones, no por apego a la mediocridad que supone la tranquilidad de la neutralidad sino por desacuerdo total con la raíz de los argumentos de ambas partes. Tanto en el discurso de la gobernadora como en el de los clérigos se hacen constantes alusiones a diferentes argumentos religiosos sin que se haya llegado finalmente a una idea contrastable por la evidencia, lo cual es lógico, ya que la religión no requiere de evidencia sino de fe. Y en este asunto como en casi todas las otras discusiones en las que se busca la legitimidad religiosa, el acuerdo es imposible ya que no depende de una prueba científica contrastable sino de lo que cada uno cree, le interesa y/o interpreta.

En estos asuntos de “la cosa pública”, para los que somos de tradición Materialista la fe importa poco, la opinión menos y las impresiones personales absolutamente nada. Abordamos los temas como lo haría un físico, un biólogo o un matemático, de la forma más aséptica posible, dejando nuestras pasiones a un lado y argumentando en función de las condiciones materiales concretas y de las relaciones sociales vigentes derivadas de las mismas.


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Desde los principios de los tiempos los hombres se han organizado en función de sus condiciones materiales y es por ello que, si se quiere llegar a conclusiones científicas, hay que analizar el comportamiento y las ideas partiendo de las condiciones materiales y no de concepciones ideológicas, religiosas o místicas. Cuando el hombre aún estaba en la caverna organizaba la distribución del trabajo entre sus miembros en función de un único objetivo: perpetuar la especie. 

De esta forma, los hombres se dedicaban en función de sus capacidades físicas a las actividades más peligrosas, mientras las mujeres ocupaban puestos igualmente importantes para perpetuar la especie, pero menos expuestas al peligro. ¿Eran los primeros habitantes del planeta machistas? ¿Eran los primeros habitantes del planeta religiosos? La respuesta desde el análisis materialista es ¡No importa absolutamente nada! La distribución que hicieron del trabajo no era en función de los preceptos de una religión o una concepción metafísica de su mundo sino puro pragmatismo. Si salían a cazar y perdían a un hombre mientras que hubiera otros hombres, la pérdida no afectaría en absoluto la reproducción del colectivo, sin embargo, si perdían a una mujer fértil perdían la posibilidad de seguir engendrando. Teniendo en cuenta que la esperanza de vida era de unos 30 años no había mucho tiempo que perder.

Para nadie es secreto que el pueblo Saharui es una colectividad humana de escasa relevancia demográfica. Las mejores estadísticas estiman un millón de personas si se reúne a todos los saharauis esparcidos en el mundo. Según la ONU en los campamentos hay entre 200.000 y 300.000 personas. Si Marruecos reuniese a todos los mendigos que hay en sus calles posiblemente podría reunir la totalidad de la población saharauis varias veces. 

Consciente de esta situación, la dirección del Frente Polisario organizó y lanzó durante años la política de “reproducción masiva”. Los frutos de esa política se ven hoy en los miles de jóvenes que se incorporan al Ejército Popular.

No faltarán los que a estas alturas del artículo ya están pensando que estoy comparando la sociedad saharaui con un clan Homo-Sapiens de hace 20.000 años. Y no, no es ese mi objetivo. Lo que quiero es dejar claro que los hechos sociales no son casuales, que las creencias y los valores tienen una motivación tangible y palpable, no es una cuestión atemporal ungida por el cielo. 

Aplicando este método de análisis a la polémica que nos ocupa, cabría decir que el frente de guerra está plenamente ocupado y las escuelas militares al igual que la reserva están atestados de voluntarios. Sin contar con la posible incorporación en caso de necesidades de los miles de saharuis que aún están en el extranjero. ¿Significa esto que no deberían participar las mujeres en las instituciones militares o civiles? Solo un reaccionario podría decir que no. Las mujeres deben tener la posibilidad de participar en todos los espacios donde su valía profesional pueda aportar a la construcción del estado. Es un derecho humano fundamental y los saharuis, que reivindicamos nuestros derechos humanos debemos ser los primeros en promocionarlos. Sin embargo, teniendo en cuenta las condiciones materiales de nuestro pueblo, proclamar que las mujeres saharuis deben ir al frente y exponerse al peligro igual que los hombres es en el mejor de los casos una salida de tono, en el peor, una superficialidad impropia de un cargo público al que se le presume como virtud la contención y la reflexión profunda antes de realizar proclamas públicas.

Las mujeres Saharuis, por ahora, no deberían ir al frente de guerra. No porque lo diga una religión, la tradición, un clérigo o un político sino porque sencillamente no es necesario, y hacer algo que es innecesario es ineficiente y lo ineficiente en tiempos de guerra es especialmente caro.

La historia de la humanidad ha demostrado que una sociedad próspera no puede ser posible sin la participación activa de las mujeres. Sin su incorporación al mundo del trabajo, a la administración pública y a cada una de las esferas de la vida social sería imposible construir un estado Saharui próspero donde valga la pena vivir. Hoy, sin ellas, las generaciones futuras no podrán existir. 
No es paternalismo, es pragmatismo revolucionario.

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