ECS. Madrid.
Jorge A. Suárez
Hace muchos años, el célebre general Lehbib Ayyub, conocido como “el Giap de los saharauis” dijo en relación a Mauritania, que a pesar de ser considerado un adversario débil en comparación a los recursos de Marruecos, para los saharauis era un enemigo de magnitud. En el mes de agosto, se cumplieron 36 años de la firma de la paz en Argel entre el gobierno mauritano y el Frente Polisario, que terminó con el reconocimiento años mas tarde por parte de Nuakchot del Estado saharaui.En los días de la llamada “Defensa Positiva” los saharauis, con escasos medios se lanzaron a una guerra de guerrillas, con golpes de mano, acciones de retardo y de desgaste, a fin de medir el potencial del adversario y garantizar el exilio de la población saharaui a los campos de refugiados de Argelia.
El 10 de diciembre de 1975, dos mil efectivos mauritanos invadieron la zona conocida como Río de Oro. Cabe recordar que Marruecos y Mauritania habían dividido el territorio saharaui en dos zonas claramente delimitadas, obviamente sin tener en cuenta la opinión de los saharauis en un ambiente de escandalosa ilegalidad internacional.
Los mauritanos en su avance se toparon las guerrillas organizadas del Ejército de Liberación Popular Saharaui (ELPS), encontrando una enconada resistencia, prueba de ello fue la batalla de La Güera, la localidad más austral del Sáhara Occidental, donde cien combatientes saharauis se habían atrincherado (el equivalente a una compañía de infantería). Los combates duraron diez días, para doblegar a los defensores, los mauritanos requirieron del apoyo de unidades de artillería marroquí y el fuego de la artillería de cañoneras navales. Los saharauis se hicieron fuertes en la fábrica de pescado y en el cuartel de policía, donde combatieron hasta el último hombre. Finalmente, se rindieron solo un puñado de combatientes, para después ser enviados al cautiverio en condiciones extremadamente duras y ser sometidos a maltratos continuos.
En aquellas dramáticas circunstancias, el presidente de la República Saharaui, El Uali Mustafa Sayed, envió una carta al presidente de Mauritania, Mojtar Uld Daddah y responsable de meter a Mauritania en una guerra para la cual no estaba preparada en lo más mínimo. En aquella verdadera denuncia pública, El Uali responsabiliza con justa razón al presidente mauritano de ser cómplice de los terribles crímenes a lo que estaban siendo sometidos los saharauis. Asimismo, cuestiona las razones de la invasión mauritana, poniendo en evidencia la inmoralidad de la ocupación militar:
''Si el pueblo árabe saharaui lucha, lo hace para regresar a sus hogares de donde fue cobardemente expulsado mediante cohetes, carros de combate, bombas de napalm y aviones bombarderos. ¿Por qué lucha el pueblo mauritano? ¿Es para obtener ventajas territoriales? ¿Acaso su tierra carece de riquezas? ¿Es pobre su tierra? Sea por esta u otra razón, no puede obtenerlas en detrimento del pueblo árabe saharaui, su hermano, con el cual ha compartido y comparte siempre la alegría y los sinsabores. Se comparten siempre el mismo pan, llevan el mismo manto y no se han separado nunca. (…) El genocidio, la elevación de impuestos para los ancianos y el hecho de imponer la guerra a los niños exige de hombres responsables el presentar justificaciones válidas tanto a su propio pueblo como a su propia conciencia. Teme a Dios, Mojtar. Envías a los hijos del pueblo mauritano a la muerte para expulsar a sus hermanos saharauis de su territorio. Teme a Dios, Mojtar. Participas en una empresa que quiere obligar a los saharauis a abandonar sus casas, a separarse de sus bienes para morir en el desierto. Teme a Dios, Mojtar. Estamos dispuestos a hacer todo para evitar el derramamiento de sangre entre hermanos y para seguir el recto camino a fin de que los pueblos puedan gozar de la libertad, de la dignidad, de la seguridad, de la paz y vivir en la quietud, tranquilidad y la cooperación. Dios será testigo.''
Los saharauis en la zona ocupada por Mauritania establecieron una serie de focos de resistencia, a fin de distraer recursos y dividir las fuerzas mauritanas. El nivel de desgaste, llevó a incrementar el pie de fuerza del ejército mauritano en 4.000 efectivos adicionales, con el costo asociado. Las guerrillas saharauis, no solo combatían en su propio terruño, sino también en Mauritania. Los aliados marroquíes que contaban con 20.000 efectivos desplegados en el teatro de operaciones, incrementaron el número a 60.000, ante la presión constante de las fuerzas del ELPS.
Los saharauis estaban pobremente equipados, contaban con jeeps dotados con cañones sin retroceso, obtenidos muchos de la época española, fusiles AK47, lanzacohetes RPG, ametralladoras y algunos misiles antiaéreos portátiles. No contaban con armamento pesado, blindados y menos con medios aéreos, a diferencia de sus enemigos. Ello no impidió que los saharauis con audacia y determinación lanzaran acciones militares. La existencia del pueblo saharaui estaba en juego, una razón más que suficiente para luchar con los escasos medios disponibles.
En febrero de 1976, la conducción estratégica saharaui decidió pasar a la ofensiva, lanzando la “Ofensiva de Verano” que tenía como objetivo dar un verdadero golpe estratégico. Por un lado contra la base de financiamiento de la guerra, la minería del hierro (responsable en aquel entonces del 80% de los ingresos) y el principal centro político del país. Si dichas acciones tenían éxito, el país se vería privado de su conducción política y de la principal fuente de recursos, lo que provocaría su derrumbe. Una apuesta audaz, propia de la mente de El Uali, líder de los saharauis, que desde un primer momento se caracterizó por sus ideas audaces.
La ofensiva fue desencadenada con 800 efectivos, el equivalente a un batallón de infantería de la OTAN, dividida en columnas, una de ellas, de 200 efectivos, lideradas por el propio El Uali (debemos recordar desde los primeros días de la lucha armada, fue parte de un sinnúmero de acciones armadas) que tenía objetivo la capital Nuakchot. Esta columna, debía recorrer 400 km de desierto, sobre vehículos tipo Jeeps armados con cañones sin retroceso y ametralladoras. La debilidad numérica de los saharauis, era compensada con movilidad y potencia de fuego concentrado, unido a la hábil explotación de la sorpresa táctica. El 8 de junio de 1976, las fuerzas saharauis ametrallan el palacio presidencial mauritano y seguramente para no verse envueltos por la guarnición local, se repliegan combatiendo duramente, y fue en la zona de Akjujt, un 9 de junio de dicho año, El Uali encuentra la muerte combatiendo. Un rudo golpe para la causa, debido a su carisma y su capacidad de liderazgo. La venganza de dicha muerte fue un nuevo golpe contra la capital mauritana por parte del comandante Ayub – un genio táctico – por unas horas para luego replegarse.
Los saharauis en la zona ocupada por Mauritania establecieron una serie de focos de resistencia, a fin de distraer recursos y dividir las fuerzas mauritanas. El nivel de desgaste, llevó a incrementar el pie de fuerza del ejército mauritano en 4.000 efectivos adicionales, con el costo asociado. Las guerrillas saharauis, no solo combatían en su propio terruño, sino también en Mauritania. Los aliados marroquíes que contaban con 20.000 efectivos desplegados en el teatro de operaciones, incrementaron el número a 60.000, ante la presión constante de las fuerzas del ELPS.
Los saharauis estaban pobremente equipados, contaban con jeeps dotados con cañones sin retroceso, obtenidos muchos de la época española, fusiles AK47, lanzacohetes RPG, ametralladoras y algunos misiles antiaéreos portátiles. No contaban con armamento pesado, blindados y menos con medios aéreos, a diferencia de sus enemigos. Ello no impidió que los saharauis con audacia y determinación lanzaran acciones militares. La existencia del pueblo saharaui estaba en juego, una razón más que suficiente para luchar con los escasos medios disponibles.
En febrero de 1976, la conducción estratégica saharaui decidió pasar a la ofensiva, lanzando la “Ofensiva de Verano” que tenía como objetivo dar un verdadero golpe estratégico. Por un lado contra la base de financiamiento de la guerra, la minería del hierro (responsable en aquel entonces del 80% de los ingresos) y el principal centro político del país. Si dichas acciones tenían éxito, el país se vería privado de su conducción política y de la principal fuente de recursos, lo que provocaría su derrumbe. Una apuesta audaz, propia de la mente de El Uali, líder de los saharauis, que desde un primer momento se caracterizó por sus ideas audaces.
La ofensiva fue desencadenada con 800 efectivos, el equivalente a un batallón de infantería de la OTAN, dividida en columnas, una de ellas, de 200 efectivos, lideradas por el propio El Uali (debemos recordar desde los primeros días de la lucha armada, fue parte de un sinnúmero de acciones armadas) que tenía objetivo la capital Nuakchot. Esta columna, debía recorrer 400 km de desierto, sobre vehículos tipo Jeeps armados con cañones sin retroceso y ametralladoras. La debilidad numérica de los saharauis, era compensada con movilidad y potencia de fuego concentrado, unido a la hábil explotación de la sorpresa táctica. El 8 de junio de 1976, las fuerzas saharauis ametrallan el palacio presidencial mauritano y seguramente para no verse envueltos por la guarnición local, se repliegan combatiendo duramente, y fue en la zona de Akjujt, un 9 de junio de dicho año, El Uali encuentra la muerte combatiendo. Un rudo golpe para la causa, debido a su carisma y su capacidad de liderazgo. La venganza de dicha muerte fue un nuevo golpe contra la capital mauritana por parte del comandante Ayub – un genio táctico – por unas horas para luego replegarse.
El III Congreso del Frente Polisario, luego de designar una nueva conducción política estableció las pautas para la estrategia nacional en aquellos años tan duros. En el plano militar, la directiva estratégica se tradujo en la Ofensiva Chahid El Uali Mustafá Sayed. Las fuerzas saharauis ahora deberán penetrar profundamente dentro del dispositivo enemigo, desarticular sus comunicaciones y desgastarlo. En lo que respecta a Mauritania, el esfuerzo se centró en mantener la presión constante contra las infraestructuras estratégicas y poder dar un golpe crítico que sacara a dicho país de la guerra lo más rápido posible.
Los antiguos intentos de Mauritania de zafar de la dependencia de Francia en el pasado, quedaron en la nada. El grado de dependencia militar y económica era absoluto, su aliado marroquí (que se opuso a la independencia de Mauritania con todas sus energías y es más en la ideología del partido oficialista de aquel momento hablaba de que era parte del Gran Marruecos) comenzó a incrementar su presencia militar de manera peligrosa, circunstancia que comenzó a herir el sentir nacionalista local y el resentimiento de sectores militares mauritanos. La presencia extranjera tuvo sus efectos e impulsó nuevamente a los saharauis a atacar la capital mauritana (luego de recorrer 1.500 km desde los campos de refugiados) sufrió un duro revés, cuando en julio de 1977 fue repetido un nuevo intento de tomar la capital mauritana. Los blindados AML H 90 provistos por los franceses se impusieron, además de la presencia de la aviación militar francesa que intervino en varias acciones contra el ELPS.
No obstante algunos reveses, los constantes golpes armados contra el ferrocarril mauritano que conecta las minas de hierro con el puerto atlántico de Nuadibú, centrales eléctricas, bases y depósitos tuvieron sus efectos. Francia decidió retirar cientos de técnicos civiles, vitales para la industria minera mauritana. En dos años de guerra, de 2.000 efectivos el ejército mauritano tenía 14.000, la guerra era muy impopular entre la población negra del sur (con serias diferencias con la población arabizada) y los propios árabes mauritanos, muchos de los cuales tienen lazos culturales con los saharauis.
En 1977 la situación de Mauritania era tan dramática que provocó la intervención directa de Francia, con medios aéreos en acciones conjuntas con fuerzas marroquíes y mauritanas, costándole serias pérdidas a las fuerzas del ELPS. Los mauritanos ya tienen más de un millar de muertos, su economía está hipotecada y al final del conflicto, el 60% del presupuesto está dedicado al esfuerzo de guerra. Algo insostenible, solo viable por el apoyo de Francia y las monarquías del Golfo Pérsico, grandes financistas de esta aventura militar. La deuda externa trepó por las nubes, la guerra impidió la posibilidad de la construcción de una planta siderúrgica y las tensiones internas llevaron al país una situación muy delicada.
La continuidad de la guerra sin ninguna duda llevaría a Mauritania al colapso y la guerra civil, esto fue percibido por sectores militares, que buscaban afanosamente una salida del conflicto. Pero Uld Daddah, no veía la cruda realidad, iba camino al abismo. Despidió a sus funcionarios nacionalistas y los reemplazó por francófilos y pro marroquíes. Esto fue el detonante, entre otros factores, de un golpe militar.
El nuevo gobierno se declaró nacionalista, pero salir de la guerra no era tan fácil, con millares de soldados marroquíes presentes en Mauritania. Había que evitar provocaciones innecesarias. No obstante ello el Frente Polisario como gesto de buena voluntad liberó a cientos de prisioneros, como Mauritania hizo lo mismo con medio centenar de soldados del ELPS. El gobierno militar inició un proceso para consolidarse. Por un espacio de un año hubo un impasse, pero ante las dilaciones mauritanas, el ELPS reanudó sus ataques. Finalmente el gobierno mauritano se sentó a la mesa de negociaciones en Argel. El peligro de una acción armada marroquí quedó descartado, dado que Mauritania amenazó con recurrir a las Naciones Unidas y Francia.
Los acuerdos de agosto de 1979 reconocían al Frente Polisario como legítimo representante del pueblo saharaui, el derecho a la autodeterminación y la entrega de la zona ocupada al Frente en 1980, materialmente imposibilitado por la ocupación de la zona por parte de 9.000 efectivos marroquíes.
En 1984, Mauritania reconoció formalmente la República Árabe Saharaui.
La derrota mauritana, fue una muestra del talento estratégico saharaui. La guerra de desgaste, no solo llevó al país al borde del colapso económico, sino que erosionó al frente interno, creando una corriente de opinión favorable a una salida negociada. Los saharauis explotaron hábilmente las debilidades de sus adversarios, y lograron quebrar la voluntad de lucha. Una lección magistral de guerra asimétrica.
Las consecuencias para Mauritania, fue seguir siendo un país pobre, subdesarrollado, con profundas divisiones (la esclavitud fue formalmente abolida en 1980) que persisten hasta hoy día. Sin ninguna duda, la guerra no hizo más que reintroducir a Mauritania a un sistema de dependencia del cual intentó zafarse.
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