Por Jorge Alejandro Suárez Saponaro/ECS
Madrid (ECS). - La situación vivida en Ceuta donde millares de inmigrantes ejercieron una fuerte presión sobre las fuerzas españolas apostadas en la ciudad, pusieron en evidencia, falencias en la elaboración de inteligencia, que permitiera anticiparse al problema. En estas crisis, fueron empleados numerosos menores de edad, en un claro intento de provocar una situación de mayor magnitud, y tal vez, encontrar un detonante para un conflicto mayor.
La respuesta de España fue firme y la UE, esta vez no miró para el otro lado. Esto es un llamado de atención, donde pone en evidencia que la política de apaciguamiento con Marruecos es un callejón sin salida. En el marco de una política de largo plazo, aprovechando con suma habilidad momentos de debilidad del oponente, Rabat, sube la apuesta y obtiene dividendos.
Marruecos ha logrado cumplir a lo largo de estos últimos treinta años, convertirse en un actor relevante en el Norte de África, estrechar lazos con Estados Unidos, que le facilitó el acceso a un importante arsenal puntero, agregándose la histórica alianza con Francia, que facilita en ambos casos congelar por tiempo indefinido el conflicto del Sáhara Occidental.
El expolio de los recursos naturales de dicho territorio, no cabe duda que ha beneficiado a muchas empresas e intereses, presentes en la UE y España, además de Estados Unidos, lo que explicaría de alguna manera, la indiferencia por tolerar la situación saharaui, con sus violaciones a los derechos humanos y la vigencia de una situación de ocupación militar, y la política de ceder ante presiones marroquíes, especialmente en materia migratoria, lucha contra la criminalidad, acuerdos de pesca y agrícolas, que no hacen mas que potenciar un mayor expolio a los territorios ocupados saharauis.
La crisis de Ceuta tiene que ver con una estrategia de construcción de poder regional, por parte de Marruecos, España ha visto el resultado de su política de mantener el statu quo y de apaciguamiento, a pesar del serio perjuicio de sus intereses.
No cabe duda que debe barajar de nuevo, replantear su estrategia nacional de seguridad, y trabajar en una política de contención de las ambiciones de Rabat. Ello implicará una revisión de la política exterior española, una estrategia de defensa nacional con mayor autonomía respecto a la OTAN, y asumir el rol histórico que demanda el proceso de paz para el Sahara Occidental.
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