Salem Mohamed.
ECS. Madrid. | El hecho de no formar parte de un conflicto otorga un cierto grado de neutralidad que permite analizar los hechos objetivamente y sin sesgos, sin embargo la ONU hace un tratamiento favorito y en línea con las tesis del estado ocupante; el Reino de Marruecos. Adoptar como política diplomática ignorar a una de las partes del conflicto la cual está apoyada por el derecho internacional y por sentencias de la misma organización, es cuando menos un revés a su credibilidad, a no ser que la estrategia de la ONU se base en lograr que el pueblo saharaui se resigne con el transcurso del tiempo, asunto que está sobradamente comprobado que no es así.
Es difícil de explicar cómo Marruecos ha esquivado a la ONU y al derecho internacional desde el primer plan de 1975 (Plan de Waldheim) hasta nuestros días. Estancando además un conflicto que le ha causado ostracismo continental y tensiones regionales. A pesar de todo esto, la ONU sigue sin ver como el estado marroquí actúa violando todas las leyes internacionales en detrimento de sus países vecinos, bloqueando el pleno desarrollo de la región del Magreb con un estado saharaui independiente, con amplias relaciones bilaterales con todos sus vecinos y con hechos demostrables en beneficio de la seguridad regional en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.
Un Polisario que pecó de credulidad en 1991, pero también víctima de su buena voluntad, honradez y honestidad para alcanzar una solución pacífica para la descolonización del Sáhara Occidental según la resolución 1514 que prevé la ONU para descolonizar territorios, esto es; otorgar el derecho a la libre autodeterminación a la población para traspasarles el poder, negando cualquier represión o imposición de condiciones. Principios que Marruecos violó, incumplió y se atreve decididamente a rechazarlos. Llegando a proponer como realista una solución unilateral que legitima la anexión militar, que de ser aceptada por la comunidad internacional, tendría graves consecuencias en tanto que es una violación del derecho internacional y da pie a otros estados con ambiciones expansionistas a anexionar territorios a golpe de fuerza y dominación.
Marruecos sigue empecinado en introducir su interés nacional como elemento en torno al cual debe basarse la solución, además de otras objeciones a esta exigencia, es de destacar como la ONU permite que una potencia ocupante exija cómo debe ser el proceso de descolonización del territorio que ocupa.
La ONU mantiene una posición ambigua; si bien es cierto que ha mantenido su actitud firme en cuanto retórica, que no práctica, lo que le ha granjeado varios enfrentamientos con Marruecos, sin embargo, la firmeza de su discurso es completamente contrapuesta a su papel sobre el terreno, por lo tanto su posición es contraproducente en la medida en que convierte sus prórrogas misioneras en meras nuevas extensiones técnicas del conflicto. Su utilidad como órgano responsable de velar por la paz y seguridad internacionales ha quedado insidiosamente contraria a los valores y principios sobre y por los que se creó. La no imposición de la solución (2003) a Marruecos cuando el Frente Polisario la aceptó aún cuando implicaba ceder, es una de las mayores incógnitas de este conflicto.
La pasividad de esta organización frente a las tácticas dilatorias de Marruecos, además de ser una fuente inagotable de tensiones, ha perjudicado en doble sentido al pueblo saharaui; por un lado ha mermado la credibilidad y reputación de la ONU ante ellos, y por el otro lado permite al ocupante consolidar su ocupación mediante la política de hechos consumados. Piensa mal y acertarás dice el refranero, y verdaderamente, la actitud de la ONU respecto al Sáhara Occidental solo nos puede llevar a averiguar las razones que subyacen detrás de este comportamiento que denota una falta de compromiso y voluntad flagrantes, cuyo incumplimiento no puede estar motivado solo por el manido ''estancamiento del conflicto'', aún 45 años después, con diferentes secretarios generales y enviados personales pasando por el expediente.
En su última resolución del 30 de Octubre de 2020, casi dos semanas antes de estallar la guerra, prorrogaron la MINURSO por un año pero no enfatizaron el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, factor exclusivo y determinante en la génesis del conflicto. Con un lenguaje renovado y envolvente pretendían suprimir un derecho por el cual ellos mismos votaron a favor unánimemente, lo que fue un golpe definitivo a su rigor frente al pueblo saharaui, siendo además uno de los factores que coadyuvaron a legitimar las protestas de los saharauis en la brecha ilegal de El Guerguerat, epicentro del estallido de la guerra.
La pasividad de la ONU cruzó todos los límites rojos cuando, días antes de estallar la guerra, el Frente Polisario y el Presidente de la RASD, Brahim Ghali, enviaron sendas cartas alertando tanto al Consejo de Seguridad como al Secretario General de la ONU en vista de la escalada y las intenciones marroquíes, y habiendo advertido de las más que probables consecuencias, las cartas fueron holgadamente ignoradas, pero no por ello no se acabaron materializando. La táctica de ignorar cómo método disuasorio para restarle importancia al Polisario no funcionó esta vez y en sus manos está evitar un peor desenlace para toda la región.
Declaraciones frecuentes, resoluciones repetitivas, reuniones, posicionamientos...sin efecto alguno sobre el terreno. La ONU ha reconvertido su papel a mero espectador con carácter opinólogo, engañándose a sí misma y revelando su propia impotencia práctica, lo que justifica y legitima en gran medida las razones de los saharauis para no creer en esta organización que ha sido despojada de toda potestad, ni de su misión (MINURSO) que ha acabado por ser una expedición vacacional para sus variados contingentes.
Por ello, de aquí en adelante, cualquier informe, denuncia o declaración que haga la ONU que no sea la de cumplir con sus resoluciones y organizar el referéndum, debe leerse en clave de retraso, ya que solo prolonga la duración del conflicto y todas las anomalías que se derivan del mismo.
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