Por Ali Brahim Mohamed.
ECS. París | El cinismo del poder marroquí acaba de alcanzar un nuevo nivel de abyección. En una orquestación preparada en gran parte de antemano, las autoridades relajaron voluntariamente el control fronterizo permitiendo que cerca de 10.000 migrantes, incluidos 2.000 niños, pasaran por el enclave español de Ceuta, soñando con emigrar a Europa. Rabat utiliza la angustia social y la precariedad de su juventud, impulsada por la desesperación, la miseria explosiva y las crecientes desigualdades para ejercer presión diplomática sobre los países de la Unión Europea.
Este episodio, que no es nuevo, arroja una dura luz sobre la realidad del régimen de Mohamed VI que, similar a Erdogan, no duda en sacrificar a su pueblo, chantajear a los migrantes y plantea dudas sobre su cooperación contra terrorismo.
Esta provocación de Marruecos hacia España se explica principalmente por la situación en el Sáhara Occidental y por la reciente recepción en un hospital cercano a Zaragoza del presidente de la República Árabe Saharaui Democrática, secretario general del Frente Polisario, Brahim Ghali, recuperándose tras haber contraído Covid-19.
Desde el vergonzoso acuerdo entre Trump, Netanyahu y el Rey de Marruecos reconociendo la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental a cambio de una normalización de las relaciones con Israel, Rabat cree que se le permite cualquier cosa.
El canciller marroquí, hombre de todo trabajo sucio, intimida cada vez más a las capitales europeas para que sigan los pasos violando el derecho internacional. Por haber desafiado el ucase de Trump y exigir respeto a la ley, Rabat suspendió su cooperación con Berlín. De hecho, las resoluciones de la ONU condenan la colonización marroquí y el saqueo de los recursos del Sáhara Occidental y exigen la organización de un referéndum de autodeterminación. La elección de Biden y la falta de un efecto dominó ponen en duda la sostenibilidad de esta pérdida.
Los recientes acontecimientos en Palestina, con la destrucción de Gaza, han creado cierto entusiasmo porque el abandono de los palestinos por parte de Rabat no ha dado lugar a concesiones por parte de Netanyahu, mientras que la opinión pública marroquí no se debilita en solidaridad con el pueblo palestino.
La agresividad marroquí también puede explicarse por la revelación en la escena internacional del alcance de las regresiones democráticas. El número de periodistas encarcelados por informar sobre la corrupción de la clase dominante o la represión en el Rif o en los territorios crece de forma alarmante. Es el caso de Soulaiman Raissouni, Omar Radi, Taoufik Bouachrine, Chafik Omerani o Imad Stitou, algunos de los cuales se han declarado en huelga de hambre.
¿Hasta cuándo el gobierno francés hará la vista gorda ante los ataques a las libertades, la agresividad y el expansionismo marroquí, factores de desestabilización regional?
Los comunistas franceses expresan su solidaridad con las fuerzas democráticas marroquíes. Saludan la valentía del pueblo saharaui que, con su presidente Brahim Ghali, luchan por su derecho inalienable a la autodeterminación.
Sobre el autor:
Pascal Torre, subdirector del sector internacional del PCF, responsable del Magreb y Oriente Medio.
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