Mohamed Salem Abdelhay.
ECS. Madrid. | La guerra del Sáhara Occidental cumple un año y tiene como razón la vigente ocupación militar marroquí de tres cuartas partes del territorio saharaui, un crimen internacional que se prolonga desde 1975 dejando consecuencias que se proyectan hasta nuestros días.
El restallido de la guerra en la antigua colonia española debido a la violación marroquí del acuerdo del alto el fuego el 13 de noviembre de 2020 obligó al pueblo saharaui a defenderse legítimamente tras tres décadas de resistencia pacífica y disposición política a un proceso de paz que resultó ser una mera extensión técnica del conflicto.
Desde el 13 de noviembre de 2020 la escalada militar es análoga a la escalada represiva que las fuerzas del régimen marroquí ejercen con el objetivo de eliminar física e ideológicamente a cualquier ciudadano saharaui que se exprese por sus derechos. La gran ola de represalia desatada, en mayor medida contra periodistas y activistas de derechos humanos, especialmente mujeres y jóvenes menores, han provocado protestas que también fueron desmanteladas por las fuerzas de ocupación marroquíes. El cerco en los territorios ocupados es extraordinariamente intenso, la red represiva es implacable y alcanza a todos los sectores, áreas y ámbitos de la sociedad civil saharaui residente en las ciudades de El Aaiún, Smara, Dajla y Bojador. Sometidos ya no solo a violencia física, sino a la discriminación laboral, escolar y profesional. Una segregación que usa como criterio el pensamiento político de cada individuo.
El régimen marroquí ha convertido a los territorios saharauis ocupados en una especie de extensa prisión al aire libre, usando la represión desproporcionada como instrumento para intimidar y crear consenso por la fuerza de la violencia, infligiendo para ello: palizas, torturas, persecuciones, violaciones, juicios arbitrarios, asaltos y arrestos domiciliarios, cortes deliberados de electricidad, agua y telefonía, entre otro tipo de violencias documentadas y grabadas, que suponen el tronco vertebral de la política colonial marroquí para mantener su vigente ocupación.
Al hilo de lo anterior, la invitación es empezar por el final. Tradicionalmente, para abordar la ocupación del Sáhara Occidental por parte de Marruecos siempre se ha recorrido el periodo histórico; se buscaría en los textos precursores del colonialismo español o en fragmentos de diversos historiadores, se llegaría al siglo XX cuando los europeos se repartieron África en la Conferencia de Berlín, se buscaría en los documentos del franquismo y en los archivos de la ONU, se transitaría por la caótica descolonización africana y por la globalización capitalista hasta su consolidación internacional en la segunda mitad del siglo XX. Ésta sería una presentación cronológica o escolar de esta historia: una historia tan extensa como el mismo desierto que lleva por nombre, una paradójica historia de búsqueda de algo que ha sido reconocido y ratificado, se construye a partir de el y se defiende: el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Pero los avatares de la historia quisieron que el recorrido no fuera solitario ni que este derecho caiga del cielo: hay países y personas que son cómplices de que la conclusión pacífica del conflicto saharaui no se haga realidad.
Por ello se propone empezar por final ya que supone enfocar la mirada en el presente, en la actualidad, en el aquí y el ahora; y en este momento las interpelaciones son muchas por los que soportan la represión marroquí, viven sin derechos, sufren de desatención, exclusión hasta el punto del olvido social, condenados a la pobreza y al exilio. No son pocas las situaciones en que se pueda decir que ‘’no hay derecho’’ a lo que sigue viviendo el pueblo saharaui en los territorios ocupados que está en situación de conflicto armado, condición que hace necesaria su protección según el derecho internacional humanitario. No se puede hablar de la última colonia africana, el Sáhara Occidental, y evitar pensar en realidades fuertemente interpeladoras; ocupación militar, violación de derechos humanos, refugiados crónicos, pasividad internacional, discriminación judicial, silencio mediático...a estas y otras realidades se las denomina resistencia del pueblo saharaui.
Por la misma resistencia de este pueblo sufriente, empezará a resonar un lejano eco que confirma que "los derechos humanos han muerto" y que no quiere quedarse en un mero grito al cielo por la resurrección de estos. Es la feroz determinación de un pueblo que tiene como fundamento la legalidad internacional.
Un año de guerra, un año más de sufrimiento y ocupación, exilio y división, los saharauis llevan casi cincuenta años soportando una brutal ocupación militar marroquí que tuvo que haber finalizado en 1992 ó en 2003, en ambas ocasiones estaban a las puertas de decidir su futuro en un referéndum como dictaban las resoluciones de la ONU para los territorios no autónomos, sin embargo la política moderna, basada en la competitividad y rentabilidad, ha convertido la aplicación y respeto a los derechos humanos en necropolítica; mientras convierte a algunos en inhumanos produce a su vez infrahumanos sin ni siquiera derecho a tener derechos, prolongando así la ocupación militar marroquí del Sáhara Occidental y todas sus actuales consecuencias que exigen mirar de frente a la cuestión que no puede sino resolverse mediante la estricta aplicación del derecho de autodeterminación.
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