Desde Bruselas, corazón de Europa, el pueblo saharaui y su presidente les han brindado una oportunidad de oro, para acortar el camino y reconciliarse con la justicia y el derecho internacional.
Por Mahayub Sidina (Diplomático saharaui)
Addis Abeba (ECS). - Después de dos días de deliberaciones, cae el telón sobre la VI Cumbre conjunta de jefes de Estrado y de gobierno de la Unión Africana y la Unión Europea, que tuvo lugar en Bruselas, los días 17 y 18 de febrero de 2022. Como no podía ser de otra manera, la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) estuvo representada por una gran delegación, encabezada por el presidente Brahim Ghali, quién ha pronunciado un discurso oficial ante los participantes.
Independientemente del resultado de las deliberaciones, plasmado en la declaración final, la causa saharaui ha sido, implícitamente, uno de los principales protagonistas de la cumbre.
El ruido de los fallidos intentos de Marruecos y sus aliados, para impedir la participación de la RASD, han tenido el efecto inverso. El presidente saharaui y su delegación han dejado una de las imágenes más expresivas y simbólicas en el corazón de una Europa, que Marruecos pretendía que era su coto privado.
La presencia de la bandera saharaui, en todas las esquinas, expresa por sí sola la quiebra del “suigéneris” estilo, “diplomático-matón”, inaugurado por el ministro marroquí de asuntos exteriores, Nasser Bourita, en la conferencia de TICAD en Maputo, en octubre de 2017.
Al margen de la cumbre de Bruselas, el presidente saharaui ha mantenido también varios encuentros bilaterales con sus homólogos y concedió una serie de entrevistas a los medios de comunicación. Aprovechó igualmente la oportunidad para agradecer a España por la acogida humanitaria para curarse del COVID-19. Estos son algunos de los aspectos visibles y audibles de la participación del presidente en la VI conferencia de jefes de estado y de gobierno de la UA y la UE. Sin embargo, una de las facetas más importantes, no recogida por los medios audiovisuales, es el gran favor hecho, indirectamente, no solo a España sino a toda a Europa para contrarrestar los chantajes del sátrapa M6 y su camarilla.
De hecho, la participación saharaui ha sepultado definitivamente (el 17 de febrero de 2022) al tigre de papel marroquí, que amenazaba a diestra y a siniestra a los países europeos tanto individual como colectivamente. Tras este gran éxito, no sería descabellado sugerir que los europeos deben, al menos, un agradecimiento al pueblo saharaui y a su presidente.
La arquitectura sobre la cual Marruecos articula, en los últimos años, su acción diplomática se ha derrumbado como un castillo de naipes. Ha quedado reducido a su verdadera dimensión de un estado gamberro. Esperemos que los europeos saquen sus propias conclusiones y actuar en consecuencia. Desde Bruselas, corazón de Europa, el pueblo saharaui y su presidente les han brindado una oportunidad de oro, para acortar el camino y reconciliarse con la justicia y el derecho internacional, incluidas las varias sentencias de la Corte de Justicia de la propia Unión Europeo.
En este sentido, un reconocimiento del estado saharaui, además de honrar a los ideales europeos, preservaría los intereses de la unión a largo plazo. No sería mucho pedir, el sobreponer la sabiduría y la serenidad al gamberrismo y al matonismo diplomático.
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