El joven Said Dambar fue asesinado en El Aaiún por la policía marroquí, que se negó a que se le hiciese la autopsia.
La familia hace un homenaje a Said el día 22 de cada mes desde 2010 para exigir justicia y conocer donde fue enterrado.
Cristina Martínez Benítez de Lugo.- Contramutis
Madrid (ECS).- Desde el día 19 de diciembre, diversos coches de la policía marroquí bloquean el paso en la calle de la familia Dambar, en El Aaiún ocupado. Cinco días después, siguen allí. Policías de paisano están apostados a lo largo de la acera. En otras ocasiones han entrado en acción tirando piedras contra la casa de los Dambar, golpeando a cualquiera que se quisiera acercar, penetrando en la vivienda y atropellando a los presentes con golpes indiscriminados, también a los viejos.
Esta vez, se han centrado más en el bloqueo y casi nadie se ha podido acercar. Una saharauía consiguió llegar en taxi hasta la puerta de la casa. Los policías se la llevaron a una calle adyacente para no ser grabados, y le pegaron una paliza. A pesar de las ausencias, la familia ha formalizado su homenaje leyendo un comunicado dentro de la casa, con una gran pancarta de Said Dambar al fondo.
Cada día 22 se conmemora el aniversario de la muerte de Said Dambar, el saharaui asesinado a quemarropa el 22 de noviembre de 2010 por la policía marroquí cuando volvía de ver el partido de fútbol entre el Barcelona y el Atlético de Bilbao en un ciber. Tenía 26 años. Era de noche, y las calles estaban desiertas porque todos se andaban escondiendo de las fuerzas de ocupación y de los colonos, desbocados tras los sucesos de Gdeim Izik. Gdeim Izik, el campamento de protesta saharaui que se mantuvo un mes y que fue desmantelado violentamente el 8 de noviembre de 2010 por las fuerzas marroquíes que ocupan el Sáhara Occidental.
Ya son 145 los homenajes que la familia y allegados dedican a Said. La familia pronuncia unas palabras por el hijo muerto. Pide justicia para Said, quiere saber dónde está y poderlo enterrar. Said Dambar fue una víctima para la que no se consiguió reparación, ni siquiera una autopsia que exigía la familia. Tras año y medio, un buen día llegó una carta diciendo que el cadáver tenía que salir de la morgue, que estaba llena. Y no se sabe qué hicieron con su cuerpo. La familia quiere que se esclarezcan todas las circunstancias del asesinato de su hijo por el que fue condenado un policía que se llevaron a Marruecos y del que no se han vuelto a tener noticias. Quieren rehabilitar la memoria de Said, vilipendiada por la policía.
El padre de Said murió, ocho meses después de la muerte de su hijo. Su enfermedad se declaró a raíz de ese enorme sufrimiento de pena, rabia e impotencia. En esas razias de las fuerzas de ocupación hay niños. Los testimonios de los niños son significativos.
Lo primero que les choca son los exabruptos que sueltan los matones, atacando verbalmente a la familia, diciendo obscenidades. Les indigna que peguen a su abuela, una anciana, que entren en la casa golpeando con piedras. Una niña de la familia ha enfermado de diabetes, producto del terror. Ha tenido que emigrar a Europa con sus padres y hermanos. Ahora está más tranquila, pero no olvida a los suyos ni la injusticia que padecen los que quedaron allí.
Pero la familia Dambar no solo pide justicia por su hijo, pide justicia para la causa saharaui, recuerda Gdeim Izik, enumera a los presos políticos. Todo un alegato que viene generando doce años de represión marroquí.
La familia Dambar nunca cedió a las amenazas de la policía ni a sus ofertas de soborno. Se ha mantenido firme por su derecho, dispuesta a seguir luchando solo con su valentía y su conciencia.
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