Marruecos, enredado por Israel en su ilusoria persecución del reconocimiento de la 'marroquinidad del Sáhara Occidental'


Ahmed Zain.

ECS. Madrid. | ''Marruecos vendió su alma al diablo'' afirmó el avezado diplomático saharaui Sidi Omar momentos después de conocerse que Trump reconocía la ilusoria 'marroquinidad' de partes de la República Saharaui que ocupa el ejército marroquí desde 1975. Dicho tuit, elevado a reconocimiento, tuvo lugar a finales de 2020, y supuso el pistoletazo de salida de un rosario de crisis diplomáticas que, hasta la fecha, mantienen a Rabat enredado en una delicada y desgastante red de maniobras políticas de consecuencias imprevisibles.

Tildado en su momento como un ''espaldarazo a Marruecos'', Rabat lo acogió con satisfacción y se tragó el sapo de un enmarañado acuerdo tripartito junto a Israel y EE.UU (Acuerdos de Abraham) que ya hoy se antoja como uno de los peores movimientos de la diplomacia marroquí; casi tres años después de lo anunciado a bombo y platillo, ninguna concesión prometida a cambio de la normalización relaciones con Israel se ha materializado: no hay consulado americano en los territorios saharauis ocupados, no hay venta de drones MQ ni tampoco las multimillonarias inversiones prometidas por Trump.

En un movimiento vicioso y avasallante, la diplomacia marroquí se envalentonó y se lanzó a asegurar el apoyo internacional a su ocupación, y acabó rogando el apoyo a sus propios aliados tras verse completamente solo y con una situación interna inflamada tras la traición a la causa palestina. El supuesto reconocimiento por parte del expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, tuvo un alto costo, ya que Marruecos tuvo que transitar el camino de la normalización con la entidad sionista. Sin embargo, este esfuerzo resultó ser insuficiente para obtener el anhelado reconocimiento a sus ambiciones expansionistas.

Con la llegada del nuevo presidente, la administración Biden mostró un compromiso renovado con el multilateralismo y las decisiones de las Naciones Unidas Como resultado de ello, el conflicto saharaui que involucra al Frente POLISARIO y Marruecos, volvió a ocupar el centro del escenario internacional con Marruecos empleando todas sus herramientas diplomáticas para lograr sus objetivos ilegales. 

Las complejidades de la situación exponen un juego de múltiples niveles, dejando a Marruecos atrapado en un ciclo interminable de demandas crecientes. Cada hito alcanzado solo revela otro más, dejando al país en una perpetua búsqueda de reconocimiento. Las expectativas de la entidad sionista trascienden sus fronteras y abarcan requisitos y exigencias que hacen que el reconocimiento a las pretensiones marroquíes sea un objetivo en constante movimiento, en este sentido, los israelíes exprimirán al máximo a Rabat llevándole a posiciones extremas. Como parte del acuerdo, los territorios marroquíes se han convertido en sede de bases militares y operaciones de inteligencia sionistas, lo que complica aún más la situación.

El escenario resultante es que, a pesar de reconocer a Israel y la posterior normalización con la entidad sionista, esto no le garantizó el reconocimiento de la supuesta ''marroquinidad'' del Sáhara Occidental ni tampoco un consulado. Para sorpresa de nadie, tras alargar la espera y consolidarse la normalización con el transcurso del tiempo, los funcionarios sionistas comenzaron a elevar el precio de tal reconocimiento, yendo más allá de los lazos diplomáticos formales y ahondando en un territorio sensible como ''Jerusalén como capital de Israel''. Marruecos expuso en exceso sus puntos débiles al diablo.

Para agravar la situación, está el ruidoso silencio del Majzen con respecto a los habituales crímenes cometidos por la entidad sionista, más recientemente en Jenin y Gaza. Por lo que, si bien el reconocimiento hacia la entidad sionista puede servir como un gesto simbólico, el mutismo del Májzen no alcanza lo necesario para obtener el reconocimiento de la ''marroquinidad del Sáhara Occidental''. Este intrincado juego amenaza con mantener suspendido indefinidamente a Marruecos, persiguiendo la ilusión del reconocimiento ilegal hasta agotar sus recursos.

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