Madrid, 01 Agosto de 2019. -(ECSaharaui)
Por XAVIER RIUS | Traducción Lehbib Abdelhay/ECS.
Por XAVIER RIUS | Traducción Lehbib Abdelhay/ECS.
Vehículo militar saharaui |
El Sahara Occidental, el mayor de los diecisiete territorios que la ONU considera pendientes de descolonizar, ha estado ausente de los discursos y valoraciones del vigésimo aniversario de la llegada al trono de Marruecos de Mohamed VI. La mayoría de análisis que se han hecho de estas dos décadas destacan como se ha modernizado el país, con leyes como el código de familia que otorga a las mujeres derechos negados a la mayoría de países islámicos. También la modernización económica, con la construcción de más kilómetros de autopistas o la ampliación de puerto de Tánger. Así, se ha recordado como Mohamed VI es el principal empresario del país, nombra a los ministros y controla las mezquitas al ser el jefe de los creyentes.
Por el contrario, sí se ha hablado del conflicto del Rif, donde la población amazigh lucha para que se reconozcan sus derechos y se acabe la marginación económica. El rey Mohamed VI, con motivo de este aniversario, ha indultado 4.764 presos, pero ha dejado entre rejas los 53 encarcelados por las protestas rifeñas de Alhucemas de 2016. Y es que la forma en que ha abordado Mohamed VI el problema del Rif es coherente con la negativa a dejar que la ONU aplique el plan de paz en la antigua colonia española. Según esta hoja de ruta, acordado entre Marruecos, el Frente Polisario y la ONU en 1991, se tenía que hacer un referéndum de autodeterminación.
En el referéndum debían votar los refugiados que están en el campamento de Tinduf en Argelia, así como la población autóctona que vive en el territorio ocupado por Marruecos. Como Marruecos durante la Marcha Verde envió decenas de miles de colonos, el censo debería hacerse partiendo del censo español de 1974, ampliando a los hijos. Pero Marruecos exigió que pudieran votar los colonos. En 2003 el ex secretario de Estado norteamericano James Baker, como enviado de la ONU, presentó un nuevo plan. Consistía en la idea de que el Sahara disfrutaría de un periodo transitorio de autonomía bajo la soberanía marroquí durante el cual devolvería el refugiados de Argel. Al cabo de cinco años, se haría un referéndum en el que también podrían votar los colonos. Mientras que el Frente Polisario dijo que sí, Mohamed VI lo rechazó.
Así las cosas, el conflicto ha quedado totalmente estancado, con curvas intermitentes en la capital, El Aaiún. Las últimas negociaciones fracasaron, y el enviado especial de la ONU, el ex alemán Horst Kohler, dimitió el pasado septiembre. Hace tres años, tras la muerte del líder del Polisario, Mohamed Abdelaziz, el veterano militante saharaui Brahim Gali fue nombrado jefe del Polisario y de la República Árabe Saharaui. Y Gali respondió a una provocación marroquí, en la que Marruecos ocupó una zona neutral en el límite con Mauritania. Gali envió a tropas saharauis, provocando el repliegue de Marruecos y volviendo aquella franja a ser zona desmilitarizada.
La manera de afrontar el conflicto del Rif es coherente con la política del rey en el Sahara. La alternativa que Marruecos ha defendido en la ONU frente la voluntad de independencia y con la que otorga una supuesta autonomía, es una falacia. Mohamed VI no quiere un Sahara independiente, pero tampoco está dispuesto a dar autonomía a nadie, ni a los saharauis ni los bereberes. Y jugar de verdad a las negociaciones con la ONU significaría estar dispuesto a ofrecerlo de verdad.
Por el contrario, sí se ha hablado del conflicto del Rif, donde la población amazigh lucha para que se reconozcan sus derechos y se acabe la marginación económica. El rey Mohamed VI, con motivo de este aniversario, ha indultado 4.764 presos, pero ha dejado entre rejas los 53 encarcelados por las protestas rifeñas de Alhucemas de 2016. Y es que la forma en que ha abordado Mohamed VI el problema del Rif es coherente con la negativa a dejar que la ONU aplique el plan de paz en la antigua colonia española. Según esta hoja de ruta, acordado entre Marruecos, el Frente Polisario y la ONU en 1991, se tenía que hacer un referéndum de autodeterminación.
En el referéndum debían votar los refugiados que están en el campamento de Tinduf en Argelia, así como la población autóctona que vive en el territorio ocupado por Marruecos. Como Marruecos durante la Marcha Verde envió decenas de miles de colonos, el censo debería hacerse partiendo del censo español de 1974, ampliando a los hijos. Pero Marruecos exigió que pudieran votar los colonos. En 2003 el ex secretario de Estado norteamericano James Baker, como enviado de la ONU, presentó un nuevo plan. Consistía en la idea de que el Sahara disfrutaría de un periodo transitorio de autonomía bajo la soberanía marroquí durante el cual devolvería el refugiados de Argel. Al cabo de cinco años, se haría un referéndum en el que también podrían votar los colonos. Mientras que el Frente Polisario dijo que sí, Mohamed VI lo rechazó.
Así las cosas, el conflicto ha quedado totalmente estancado, con curvas intermitentes en la capital, El Aaiún. Las últimas negociaciones fracasaron, y el enviado especial de la ONU, el ex alemán Horst Kohler, dimitió el pasado septiembre. Hace tres años, tras la muerte del líder del Polisario, Mohamed Abdelaziz, el veterano militante saharaui Brahim Gali fue nombrado jefe del Polisario y de la República Árabe Saharaui. Y Gali respondió a una provocación marroquí, en la que Marruecos ocupó una zona neutral en el límite con Mauritania. Gali envió a tropas saharauis, provocando el repliegue de Marruecos y volviendo aquella franja a ser zona desmilitarizada.
La manera de afrontar el conflicto del Rif es coherente con la política del rey en el Sahara. La alternativa que Marruecos ha defendido en la ONU frente la voluntad de independencia y con la que otorga una supuesta autonomía, es una falacia. Mohamed VI no quiere un Sahara independiente, pero tampoco está dispuesto a dar autonomía a nadie, ni a los saharauis ni los bereberes. Y jugar de verdad a las negociaciones con la ONU significaría estar dispuesto a ofrecerlo de verdad.